Dr. Claudio Tapia Cortés:
“La autoprotección fue clave para enfrentar la emergencia”
El jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Regional San José del Carmen de Copiapó reflexiona, a seis meses del aluvión en Atacama, sobre cómo se maneja el tema sanitario en tiempos de catástrofes.
El temporal que afectó a las Regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo en marzo de 2015 provocó diversos daños a varias ciudades y localidades del Norte Grande y Norte Chico de Chile, producto de los desbordamientos de diferentes ríos debido a las inusuales lluvias en la zona.
Una de las ciudades más dañadas por el poder de la naturaleza fue Copiapó, en donde las precipitaciones causaron varios inconvenientes a los habitantes de la capital de la Región de Atacama como la crecida y desborde de los ríos Salado y Copiapó; víctimas fatales, heridos, personas aisladas y damnificados; cortes de energía eléctrica; daños en la fibra óptica, por lo que las comunicaciones se vieron afectadas; y problemas de alcantarillados, entre muchos otros.
A las 13:00 horas del día 25 de marzo, el ministerio de Salud declaró “Alerta Sanitaria” para las comunas de Alto del Carmen, Copiapó, Diego de Almagro y Tierra Amarilla, debido a inundaciones en recintos de salud y al desborde de aguas servidas.
El Hospital Regional San José del Carmen de Copiapó se vio afectado, lo que activó un inmediato plan de contingencia dentro del recinto para poder brindar la atención adecuada a las personas que llegaban con policontusiones y fracturas.
El doctor Claudio Tapia Cortés, jefe del Servicio de Otorrinolaringología del establecimiento, vivió la contingencia. Formado como médico en la Universidad de Antofagasta y como otorrinolaringólogo en la Universidad de Chile, este joven profesional oriundo de Illapel llegó a la zona en 2012 por “opción personal”.
“Inicialmente me llamaron del Servicio de Salud, porque el Hospital Regional de Copiapó no contaba con especialista en otorrinolaringología y, por un tema de calidad de vida, con mi familia decidimos venirnos”, cuenta.
Cuando egresó de medicina, trabajó como director del Hospital de Tal Tal por seis años, recinto que, anualmente, recibe la visita de cirujanos solidarios de Antofagasta, encabezados por el doctor Pedro Ziede Díaz, que realizan operativos médico-quirúrgicos para reducir la lista de espera existente. “Así es que algo de logística y experiencia en coordinación tenía, lo que ayudó mucho a la hora de enfrentar la emergencia que tuvimos en marzo”.
Para conversar sobre cómo se hace medicina en tiempos de catástrofes y cuáles son las actuales repercusiones que está provocando el polvo en suspensión en la ciudad, el doctor Claudio Tapia Cortés conversó con SAVALnet.
- Para comenzar, doctor me gustaría que nos contara un poco sobre ¿cómo se vivieron las primeras horas de la emergencia que se desató en marzo con las intensas lluvias y aluviones que azotaron la zona?
Las primeras horas fueron bastante caóticas, porque afectó prácticamente a todo el plan de Copiapó. Lo más terrible de todo, es que ni siquiera podíamos salir de las casas. En mi caso, el agua comenzó a llegar a las seis de la mañana y ya a las 10:00 había destrozado todo el primer piso. Tuvimos que resguardarnos en el segundo, sin posibilidad de salir a ninguna parte. Las calles se transformaron en verdaderos ríos, que llevaban los más diversos elementos desde containers, pasando por troncos hasta llegar a autos. El agua llegada a la altura de la cadera aproximadamente, con corriente muy fuerte, por lo cual era complicado y peligroso salir. Muchas personas estuvieron aisladas por cerca de tres días en sus propias casas. Si bien había pasado la lluvia, teníamos alrededor mucho barro y lodo que impedía movilizarse por la ciudad.
- Una vez que ya tuvieron una panorámica de lo que pasaba, ¿cómo se organizó sanitariamente la ciudad?
Durante los primeros días todos los suministros se cortaron. Las radios a pilas y la de los vehículos eran el único medio de información con el que contábamos. No teníamos celular, porque no había electricidad, así es que no podíamos cómo cargarlos; y tampoco teníamos señal. En ese sentido, las radios locales hicieron un excelente trabajo. Ellas entregaban la información sobre lo que estaba pasando. Sabíamos que el hospital estaba funcionando lentamente. Habilitaron un sector para urgencia, el que luego se inundó y hubo que cambiarlo. Trabajamos en muy precarias condiciones los primeros días.
- ¿Cuáles fueron los primeros problemas de salud con que se encontraron?
En un primer momento, tuvimos pacientes con fracturas, porque muchas personas fueron arrastradas por el aluvión, sobre todo provenientes de Chañaral y El Salado, que fueron dos de los lugares más complicados. También recibimos bastantes pacientes policontusos, que habían sido arrastrados por tres a cuatro kilómetros; varias personas con fracturas múltiples y heridas en la piel. En mi área, como equipo nos tocó resolver varias fracturas nasales y heridas en el pabellón auricular. En esta situación se mezclaban las historias de la gente con las patologías o complicaciones a causa del temporal.
- Los problemas de alcantarillado, el polvo acumulado en las calles y la humedad fueron los primeros inconvenientes que se presentaron en Copiapó. ¿Qué estragos causaron esos factores en la salud de niños, adultos y personas de la tercera edad?
Con el correr de los días colapsaron los alcantarillados. Eso provocó que las personas que podían dejaran la ciudad y se fueran a otras cercanas, a casas de familiares o amigos. Ante el temor a enfermedades infecciosas, la gente dejó Copiapó. Las aguas servidas estaban en las calles, había muy mal olor. Comenzaron a surgir casos aislados de diarrea. No hubo brote epidémico, porque ese fue un tema que la autoridad sanitaria abordó desde el primer momento.
- ¿Qué medidas se tomaron?
Se vacunó a toda la población contra la hepatitis, tétano e influenza en los hospitales y clínicas privadas de la zona. Incluso se realizó un operativo que llevó la inoculación a los domicilios.
- ¿Pensaron que este tema se podía escapar de las manos y que esta tragedia se transformaría en una crisis sanitaria?
En algún momento se conversó, porque sabíamos que el manejo de las aguas sanitarias iba a demorar mucho y eso fue lo que, en realidad, complicó a la población. Pero fue bien informado y muchas personas dejaron la ciudad como medida de autocuidado y autoprotección. Se suspendieron las clases, porque los colegios quedaron totalmente inhabilitados y, los que estaban en buenas condiciones, fueron usados como albergues. El primer mes se vivió de esa forma: la gente salió de la “zona 0”, sobre todo niños y personas de la tercera edad. Copiapó se transformó en una especie de “ciudad fantasma”, poblada sólo por quienes estábamos trabajando. Eso también evitó que se propagaran las enfermedades y que hubiese una crisis mayor.
- ¿Cómo se trabajó después?
La primera fase de esta nueva etapa se basó en sacar el lodo y barro de las calles, para lo que se utilizó maquinaria pesada. Se necesitaba limpiar, para poder transitar. Luego se comenzó a manejar el alcantarillado. Y cuando ya se estaba resolviendo este último inconveniente, comenzamos a detectar problemas de contaminación por polvo.
- ¿Y de qué manera se ha manejado este tema?
Es el que más ha costado resolver, pese a todas las medidas de mitigación realizadas. Es un problema recurrente que, en lo personal, veo mucho en la consulta. Me encuentro con personas que sufren de patología respiratoria alta. Ha habido un aumento explosivo de alergias, en especial de rinitis alérgica. Antes, teníamos pacientes con rinitis leves, con poca sintomatología. Ahora, los cuadros que cruzan son de moderados a severos. Por lo que hemos tenido que ampliar los medicamentos que deben usar. Por otra parte, pacientes con un resfrío simple evolucionan, fácilmente, a rinosinusitis, la que se ha transformado en una patología prevalente en la zona.
- Doctor, si este polvo en suspensión se sigue manteniendo, ¿qué tipo de problemas graves puede acarrear a la población de Copiapó?
Podrían aumentar las tasas de rinitis y las patologías respiratorias, tanto altas como bajas. La contaminación por polvo asociada al frío es el factor clave para que puedan provocarse enfermedades respiratorias altas y bajas complejas. Estamos monitorizando constantemente el tema del polvo. En algún momento llegamos a tener niveles muy semejantes a los de Santiago, pero luego bajaron. Por el tema de la minería contamos con estaciones de monitoreo, que nos han proporcionado importante información para beneficio de la población de Copiapó.
- En algún momento, la preocupación se centró en el arrastre de relaves en zonas residenciales por el riesgo de gases de monóxido de carbono, dióxido de carbono, hidrógeno, hidrocarburos y otros sin definir en el material arrastrado. ¿Qué nos podría comentar al respecto?
El Colegio Médico se está preocupando fuertemente por ese tema. Por lo mismo, existe un comité de medioambiente regional. Se están monitorizando los temas de vigilancia, porque se espera conducir estudios de factibilidad que puedan permitir señalar si hay complicaciones o no. Hoy, lo que sabemos es que por lo relaves existe aumento de plomo, molibdeno, cadmio y otras moléculas, pero se ha hecho un buen manejo, porque los barros de la ciudad fueron sacados, lo que bajó enormemente la carga que había.
- Por último doctor, ¿cómo podrían afectar estas sustancias a los habitantes de Copiapó?
Dependiendo del tamaño de la partícula, desde una irritación a la nariz, pasando por una irritación bronquial, hasta problemas a la piel. Los metales pesados, si son solubles, pueden ser absorbidos por las personas a través de la sangre. Falta un estudio del polvo particulado y de la solubilidad que tienen esos metales y de las concentraciones que existen. Como médicos debemos conducir algún estudio sobre este tema. Estamos en deuda. Se está viendo la factibilidad, porque son investigaciones caras y sumamente protocolizadas. Por el momento estamos haciendo vigilancia, para luego tomar medidas.
