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Hasta un 80% de las enfermedades respiratorias en menores de dos años corresponden a origen viral, y el de mayor riesgo es el sincicial. Los más afectados son niños con antecedentes de prematuridad extrema y displasia broncopulmonar (DBP).

Para el neumólogo pediatra Guillermo Zepeda, presidente de la Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias, magíster en educación en ciencias de la salud y profesor asistente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile Hospital Roberto del Río, “la prevención a través del autocuidado es clave, sobre todo porque no contamos con una vacuna contra este virus”.

- Frente a este nuevo brote de contagios por SARS-CoV-2 ¿Cómo se ve el escenario para el resto de los virus respiratorios?

Lo que estamos viviendo es lo que normalmente experimentábamos previo a la pandemia, es decir, en 2019 para ser más específico. Sin embargo, entre 2020 y 2021 prácticamente no tuvimos virus estacionales. Hubo bajísima circulación de sincicial, influenza, parainfluenza, metapneumovirus, rinovirus y adenovirus; y eso es lo que ha vuelto y llama nuestra atención, ya que en estos dos años el foco ha estado en la COVID-19. Pero, tal como mencioné, es algo normal para la época, esperando el peak entre junio y julio. Es lo que habitualmente vivimos, por eso no se debe generar mayor alarma. Los equipos están preparados para enfrentar el sincicial y los otros virus estacionales.

- ¿Tomarán estos agentes mayor protagonismo que el SARS-CoV-2?

No se puede predecir la magnitud de los virus estacionales, pero vemos a muchas personas con síntomas que acuden a realizarse un estudio de etiología pensando que se trata de COVID-19 y no lo es. Lo más probable es que esa sea la tendencia en esta temporada, pero no podría asegurarlo. Lo que sí creo es que el peak de ambos pueden llegar a coincidir.

- ¿Qué ha facilitado el aumento de los casos?

Para cualquier tipo de infección se deben considerar tres aspectos: ambiente, huesped y el organismo infeccioso. Hoy atravesamos por un clima frío, seco, con poca lluvia y mucha contaminación: eso predispone a mayor cantidad de contagios. Por otra parte, aquellos que no han experimentado el sincicial previamente, cursarán un cuadro mucho más violento. Eso es como regla general. Sin embargo, lo que diferencia esta nueva campaña de invierno es que tenemos muchos lactantes y niños en etapa preescolar que durante el inicio de la pandemia prácticamente no salieron de sus hogares, por lo tanto, no estuvieron expuestos a estos patógenos y son afectados debido a su amplia circulación.

- Según una reciente investigación del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia el VRS produce alteraciones neurológicas como convulsiones y ataxia…

Así es, puede llegar a provocar una infección muy grave. De hecho, algunos pacientes necesitan ventilación mecánica. El daño no solo puede ocurrir mientras cursa la infección, sino que a largo plazo puede ser condicionante de un sinnúmero de factores que podrían afectar la capacidad de aprendizaje de los menores. Mientras más grave esté un paciente, mayores las posibilidades de tener otros sistemas afectados. El problema del sincicial es que mientras más pequeño, mayor probabilidad de enfermar grave. De hecho, el riesgo es inversamente proporcional. Uno de los aspectos positivos de la pandemia es que ha aumentado la conciencia del autocuidado. Se ha generado una cultura al respecto. El distanciamiento físico, uso de mascarilla y lavado de manos quedará arraigado. Lo bueno de esto es que, por medio de esas directrices, se puede prevenir el contagio de otros virus.

- ¿Contaremos con la vacuna contra el sincicial?

Está todo en periodo de prueba y evaluando con pacientes, pero aún falta para su masificación. Con la pandemia se podría decir que nos “mal acostumbramos” a contar con vacunas exitosas y eficientes de manera rápida, pero para la elaboración de ellas, se siguen protocolos cuyo curso habitual es de varios años. De hecho, muchos estudios se vieron rezagados por la pandemia, pero ya se está retomando y ojalá contemos con ella en el mediano plazo.

Por María Ignacia Meyerholz L.