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La pérdida parcial del oxigeno comienza al superar los 3000 metros de altura. Al presentarse los primeros indicios de hipoxia, en los aviones comerciales caen de manera automática una seguidilla de mascarillas que brindan oxigeno. 

En la medicina aeroespacial, la necesidad de oxigeno es alta, el personal médico debe contar con entrenamiento para saber reconocer estos síntomas y actuar a modo de resguardar su propia salud, la del paciente y, por supuesto, la del piloto, quien además de reaccionar oportunamente debe velar por el funcionamiento operacional del avión.

Este procedimiento está rodeado de complejidades, pues debe contar con especificaciones y material que permitan la sobrevida de las personas y que el traslado sea efectivo. Para ello, se necesita de ventiladores mecánicos, sistemas de monitorización y contar con niveles de energía necesarios para mantener los aparatos funcionando durante las horas de vuelo.

Así lo explica el urólogo y director del Centro de Medicina Aeroespacial (CMAE), Coronel de Aviación (s) Claudio Montiglio, quien comenta que la innovación en la Fuerza Aérea de Chile ha sido clave para el cumplimiento de la misión institucional y que, específicamente en el área de sanidad, la medicina aeroespacial y evacuación aeromédica han progresado gracias a la incorporación y desarrollo de tecnologías de realidad virtual, inteligencia artificial y análisis de big data.

“Esto nos ha ofrecido nuevas oportunidades para que la instrucción de las tripulaciones sea más eficiente y eficaz para incrementar la seguridad”.

- ¿Cómo se realiza el entrenamiento en medicina aeroespacial?

Nuestro departamento se preocupa por la salud y evaluación de nuestros pilotos. Este grupo de profesionales debe pasar por un chequeo médico exhaustivo, ya que por su oficio sus cuerpos son sometidos a mayor estrés y exigencia física. Para esto testeamos a la persona en diversos escenarios y situaciones, a modo de corroborar su aptitud.

El principal enemigo que tienen las personas al estar en altitud es la hipoxia, lo que hace que los pilotos sufran ausencia de oxígeno, que deriva en que no puedan reaccionar rápidamente ante una emergencia, pudiendo quedar inconscientes y existiendo riesgo operacional.

Para evitarlo realizamos entrenamientos en una cámara hipobárica -única en el país- donde llevamos a la persona a 25 mil pies de altura y hacemos que reconozca los signos de hipoxia.

Este lo complementamos con el Reduced Oxygen Breathing Device (ROBD2), equipo que entrega una mezcla de aire pobre en oxígeno, para que los pilotos entren de a poco en este estado. Los educamos para que dejen de creer en lo que sienten y confiar en los instrumentos.

- ¿Qué relevancia tiene la evacuación aeromédica en pacientes críticos?

El traslado es parte de la cadena de sobrevida de las personas que se ha ido complejizando. Por ejemplo, llevar pacientes en circulación extracorpórea antes era una contraindicación, también lo era en casos altamente infecciosos. 

Algunas de las áreas que hay que evaluar son los altos requerimientos de oxígeno y energía que implica este procedimiento. Los motores de los aviones no alcanzan a generar las cantidades que necesitamos, por lo que debemos pensar en equipos convertidores de frecuencia, además de sistemas especiales que nos permitan moverlo en formato líquido en concentradores.

- ¿Cuáles son los desafíos a corto plazo?

Pensamos en un entrenamiento que le permita a los pilotos viajar al espacio y además estamos desarrollando el área de investigación aplicada en hipoxia hipobárica en comparación con la hiperbárica, así como en patologías relacionadas con la fuerza G. Tenemos un amplio campo que nos entusiasma desarrollar e indagar para generar evidencia y mayor conocimiento.

* El Centro de Medicina Aeroespacial conmemoró 50 años (noviembre 2022), con la realización de un seminario de innovación en materia de evacuación aérea pensando en los próximos 30 años.

Por María Ignacia Meyerholz