Dra. Pilar Fernández
“La medicina es ciencia y también es arte”
Llegó el momento en que Pilar Fernández tuvo que tomar una decisión, pues no podía realizar de buena forma ambas actividades y optó por dejar de estudiar piano, cuando sólo le faltaba un año para recibir el título de concertista.
Dice que lo retomará el día en que jubile, dado que aún hoy el camino que eligió, la medicina, llena cada espacio de su vida, desde la práctica clínica, pasando por la investigación, hasta llegar a la docencia, ámbito que disfruta pues le permite trasmitir sus conocimientos a los más jóvenes.
Cuando explica por qué se sintió llamada a estudiar medicina, la doctora Pilar Fernández cuenta que su padre murió cuando ella tenía sólo un año y que ese hecho marcó fuertemente su vida, pues el fallecimiento se debió en gran parte a un mal diagnóstico.
“Mi madre me contaba siempre esta historia y, cuando fui creciendo, comencé a pensar que era terrible que una persona muriera por un problema diagnóstico. Por eso, desde muy niña supe que quería estudiar medicina”, señala.
La profesional guarda muy buenos recuerdos de la época universitaria. “Fue período de mucha camaradería. Yo estudié a mediados de los ’60 en la Universidad de Chile y en este tiempo sólo el 10 por ciento de las 160 vacantes anuales de la carrera era para mujeres. El hecho de que fuéramos pocas nos hizo ser muy unidas, nos recibimos todas juntas, sin repetir ningún año”.
- ¿Cómo fue la experiencia desde el punto de vista del aprendizaje?
- Más que difícil, el estudio requería mucha constancia y se hacía un poco largo, sobre todo en los primeros años, porque uno no veía pacientes hasta llegar a tercero. Ha habido un gran cambio en la metódica de estudio, ya que ahora los alumnos ven casos de enfermos desde el principio de la carrera.
- ¿Recuerda algún docente que la haya marcado?
- En primer lugar, el doctor Mario Plaza de los Reyes, por entonces jefe de Clínica en este centro (Hospital Clínico de la Universidad de Chile), que era muy exigente y muy buen profesor. Después, cuando pasé por el Hospital Roberto del Río, primero como alumna, después como interna y, más tarde, en mi formación como pediatra, la doctora Mafalda Rizzardini fue como una especie de madre. Ella era neonatóloga y tuve la suerte, luego de ser su alumna en estos períodos formativos, de continuar trabajando junto a ella e incluso tuvimos durante muchos años la consulta juntas. Desde las primeras veces que estuve junto a ella, al verla trabajar, sentí que eso era lo que yo tenía que hacer… Y eso es lo que he hecho durante 38 años.
- ¿Qué le trasmitía la doctora Rizzardini?
- Constituía un referente fundamental para mí, porque era neonatóloga y esa era la subespecialidad que yo quería seguir. Además, era una persona muy humana, muy estudiosa, que hacía sentir muy bien a quienes la rodeaban. Me ayudaba con todo lo que tenía que ver con desarrollar investigaciones y de hecho publicamos varios trabajos juntas. En la parte técnica, era una persona que todo el mundo reconoce como alguien brillante.
- ¿Qué hizo luego de terminar el pregrado?
- Me titulé en 1968 y después trabajé cinco años como médico general de zona en Salamanca, un pequeño pueblo que queda de Los Vilos hacia la cordillera. Pese a no ser pediatra, allí yo cubría esa área, mientras que mi marido se encargaba de cirugía y obstetricia. Era un hospital pequeño pero bastante nuevo, donde tuve la oportunidad de formar una unidad pediátrica, que incluso tenía un área de prematuros. En esa época, en regiones hacían falta muchas cosas, motivo por el cual había bastante por hacer y eso era muy motivante. Fue una experiencia inolvidable, tanto desde la formación, como desde lo humano. Yo recomiendo a la gente joven, que si tienen la oportunidad de hacerlo, no lo duden… Después cursé la beca de Pediatría en el Hospital Roberto del Río.
- ¿Cómo fue que llegó nuevamente al Hospital Clínico de la Universidad de Chile?
- Fue precisamente la doctora Rizzardini quien, cuando vio que yo podía hacer cosas sola, sin su apoyo, en cierta forma me engañó…
- ¿Cómo así?
- Cuando terminé mi beca, seguí trabajando en el Hospital Roberto del Río en el área de recién nacidos y tomé algunas horas en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Luego de un tiempo, me ofrecieron que formara la UTI Neonatal de este último establecimiento y que me viniera a trabajar a tiempo completo acá, lo que para mí significaba una gran responsabilidad, pues siempre había estado bajo el alero de la doctora Rizzardini. Entonces lo conversé con ella y me aseguró que nos vendríamos la dos a crear la unidad a este hospital. Sin embrago, después de que firmé el contrato, me dijo que no me acompañaría, que ella pertenecía al Roberto del Río y que estaba segura de que yo me las podría arreglar perfectamente sola, pero que si necesitaba algo contaría siempre con su apoyo, pero desde allá… ¡Y me lo dijo muerta de la risa! De todas formas seguimos trabajando siempre juntas en la consulta y, cuando yo tenía algún problema o alguna duda, siempre recurría a ella.
- Una vez que asumió que tendría que enfrentar sola este desafío, ¿cómo fue la experiencia?
- Fue muy buena. Primero formé a las matronas de recién nacidos que iban a trabajar conmigo, busqué a los colegas que formarían parte de la unidad y de ese modo puse en funcionamiento la UTI Neonatal de este establecimiento. Debo aclarar que soy trabajólica; hay personas que me critican, que me preguntan por qué trabajo tanto y es porque me gusta. Yo amo lo que hago. Siempre les digo a los más jóvenes que toda mi vida he podido hacer lo que me gusta y que eso es impagable.
- ¿Qué sello intentó darle a esa UTI?
- Uno consecuente con los lineamientos que siempre me han caracterizado, es decir, un sello de mucho respeto hacia las personas, pero al mismo tiempo desarrollando las labores con firmeza, porque cuando trabaja en UTI está desempeñándose en un ámbito difícil.
- ¿Cuál fue el siguiente paso?
- Estuve a cargo de esa unidad desde 1984 hasta 1996, cuando cumpliendo con un requerimiento del doctor Emilio Morales, quien era director del hospital, me tocó poner en marcha la Unidad de Pediatría de este establecimiento. Al principio partimos sólo con un box de urgencia y fuimos creciendo, hasta que ahora tenemos el servicio completo y contamos con el trabajo de más de 30 profesionales.
- ¿Tienen alumnos también?
- Sólo internos, pero no becados. Como es un servicio nuevo, lo último que partió fue el área de docencia.
- ¿Y cuál es el énfasis que intenta trasmitir a sus internos?
- Yo siempre les digo que es necesario tener conocimientos, y que estos se encuentran en muchas partes, pero más importante que eso es la parte humana. Creo que la relación médico paciente, o médico familia en el caso de los neonatólogos, es fundamental. Uno es humano y, como tal, tiene el riesgo de equivocarse, pero cuando la relación médico paciente es buena, todo se soluciona. Por eso, junto con trasmitir la parte práctica, a partir de la experiencia que he adquirido en mis años como profesional, trato hacerles ver que la parte humana es fundamental en nuestro quehacer, pues la medicina es ciencia, pero también es arte.
Por Paloma Baytelman
