Dra. Alba Testart:
“Escribir me mueve por dentro”
Alba Testart es otorrinolaringóloga, especialización que realizó en el Hospital Carlos Van Buren, luego de estudiar Medicina en la Universidad de Chile, sede Valparaíso (actual Universidad de Valparaíso). Aunque trabajó en hospitales desde que se tituló en 1986, tras la llegada de sus cuatro hijos optó por abocarse sólo a su consulta particular y a hacer clases en la casa de estudios donde se formó.
Pero más allá de su quehacer como médico y del tiempo que dedica a su familia, la doctora Testar desarrolla una actividad muy particular: escribe cuentos infantiles. Es más, ya ha publicado tres libros donde muestra sólo algunas de sus creaciones.
La profesional recuerda que desde pequeña disfrutaba escribiendo y compartiendo estas historias con sus amigos. Hasta hoy, en diversos ámbitos, los niños son su fuente de inspiración. De hecho, siempre pensó ser pediatra, sin embargo, cuando tuvo una clase sobre aprendizaje y lenguaje en los niños y la relación con la patología otorrina, le fascinó la especialidad y decidió dedicarse a ella.
Si bien la escritura y el dibujo eran sólo pasatiempos, éstos le brotaban incluso en las clases de anatomía. “Ahora yo me río, porque tengo guardados cuadernos de anatomía donde dibujaba los huesos. Me fascinaba hacerlo, porque para mí así era más fácil retener los espacios, el nervio… Que sé yo”.
- ¿Cuál diría que fue su primera aproximación al tema de la escritura?
- Cuando tenía siete años, en el colegio nos pidieron escribir algo para la revista y ahí empecé a entusiasmarme. Además siempre les contaba cuentos a los otros niños, inventaba historias y escribía poesías y mini historietas. Cuando nacieron mis primeros sobrinos, se agudizó más el interés. Entonces empecé realmente a juntar las cosas que había hecho.
- En esa época ¿Qué cosas inspiraban sus historias?
- Por ejemplo, cuando salíamos de paseo con mi familia escribía las impresiones que tenía de las cosas. El cielo y el campo siempre me llamaron la atención.
- ¿Pensó alguna vez dejar de lado sus estudios de medicina para dedicarse a la literatura?
- Nunca. La verdad es que la escritura era algo que me gustaba mucho, pero nunca pensé que mi trabajo tuviera valor para otros. Siempre me gustó escribir e ilustrar cuentos y hacía las dos cosas, porque el dibujo y la pintura me encantan. Pero ambas quedaron como pasatiempos, como algo muy personal, que nada tenían que ver con los estudios de medicina. Nunca pensé, por ejemplo, estudiar en el Bellas Artes, cosa que ahora pienso y digo “en realidad debería haberlo hecho”. En mi familia no había mucha cabida para que nos dedicáramos al arte, mis padres eran muy conservadores. Para mi papá, específicamente, existían dos profesiones: medicina e ingeniería, incluso no le gustaba la carrera de derecho. Quizás por eso esto de escribir se transformó en un hobby, con el que siento que me muevo por dentro, como algo que saca otras cosas de mí.
- ¿Y esos primeros pasos literarios los compartió con alguien?
- No, realmente no. Salvo los cuentos de niños que se los leía a mis sobrinos. Se los contaba espontáneamente y, luego de repetirlos muchas veces, los comencé a escribir. Después, cuando tuve hijos, vino otra gran fuerza creativa de cuentos, hice muchos que tenían que ver con situaciones puntuales de los niños y ahí empecé a escribir definitivamente. Me tomé el tiempo de escribir, de pasar al computador, de ordenar y recopilar un poco de lo que tenía guardado.
- ¿Cuáles son sus escritores y libros favoritos?
- Entre los escritores de cuentos infantiles, para mí, Marcela Paz es genial. Todos los Papeluchos son fascinantes, porque son relatos tan simples que entretienen y cautivan. Oscar Wilde, me gusta mucho también, sobre todo “El Príncipe Feliz”. Y, por supuesto, los libros que leen mis niños, yo también los leo.
- ¿Cómo es el proceso creativo de sus cuentos?
- Generalmente brotaban solos. Les decía a los niños “a ver ¿de qué les cuento un cuento?” y salía una palabra y así empezaba la historia. Muchas veces me ha pasado que, de repente, aparece en mí la necesidad de escribir y no estoy segura sobre qué lo voy a hacer. No tengo que pensar nada, por lo menos los cuentos que a mí más me han gustado han salido solos. La única vez que me he sentado a escribir algo pensado, fue cuando me pidieron un cuento de navidad por encargo, pero también fue bastante rápido y espontáneo. Se lo conté a mis niños ese día en la noche y mi hija chica me convenció de que el cuento era bueno. Me basta sólo con pensar; me meto un poco en el alma de los niños, siento que vuelvo a mi infancia y me pongo en esos lugares que recuerdo, sobre todo la naturaleza que me mueve, me explica y me da a entender muchas cosas. Para mí escribir y dibujar es algo que surge, que sale de mí y que incluso, muchas veces, después leo y miro lo que he hecho y me produce una gran impresión al verlo desde afuera.
- ¿Se podría decir entonces que la escritura se ha transformado en una necesidad para usted?
- Si, la verdad es que yo escribo casi todos los días. El papel en blanco me llama, pero le dedico poco tiempo, menos del que quisiera. Escribo en las noches, cuando los niños se duermen. Lo hago en francés y en castellano.
- ¿En francés?
- Sí. Empecé a escribir en francés cuando era chica. Leer en francés me encanta y la literatura infantil francesa es muy entretenida.
- ¿Cómo ha sido el tema de la publicación?
- He publicado tres libros y tengo algunos en carpeta, pero hay que buscar editoriales donde haya más de movimiento. De hecho hay libros que han quedado en maqueta por problemas de costos. Otros para pintar, listos para salir, más económicos, imprimiéndolos sin colores, pero al final fueron quedando, porque es lógico que las editoriales tengan prioridades. Por eso quiero buscar otras editoriales, pero no he dedicado tiempo a eso porque estoy preocupada de recopilar, juntar y completar cosas que no he terminado, como un cuento del estilo de Papelucho, que está inconcluso, con algunos capítulos sueltos pero sin armar.
- ¿Tiene alguna obra autoeditada?
- En realidad, nunca lo he pensado. Sólo he ido a una editorial, Patris, que tiene sobre todo libros religiosos e infantiles. Fui motivada por Gabriela Kast, que ha escrito libros de religión y obras para niños. Ella fue quien me dio el empujón inicial. Pasaron cinco años desde que fui hasta que salió el primer libro. Los tres cuentos: “La Flor de Navidad”, “El conejito y la semilla” y “El árbol enojón”, que es para los niñitos con mal genio, aparecieron en librerías justo para navidad.
- ¿Cuál es la temática de los cuentos y hasta que edad están orientados?
- Mis cuentos son para niños de hasta 10 años. Son cortos y siempre tienen una enseñanza. La idea es ir dándoles a los niños, a través de los cuentos, chispazos de valores para que así entiendan cosas de la vida. Más allá de eso, es una manera de retratar al ser humano, que es tan complejo y tan simple a la vez. Además, para mí es muy importante la integración de las personas con la naturaleza, donde a veces están todas las respuestas de la vida.
- ¿Cómo se compatibiliza su quehacer profesional con la escritura?
- Estoy tratando de hacerlo. Cuando salieron lo primeros cuentos sentí una emoción grande, porque a veces uno tiene las cosas ahí pero no las valora lo suficiente. Cuando aparecieron me di cuenta de que se puede ir más allá. Muchos de los niños que vienen a la consulta juegan con los libros y gustan de ellos. He tenido la oportunidad de realizar pequeños talleres en los colegios de mis hijos y ahí he notado que hay una avidez muy grande por los cuentos. Los niños los ilustran, preguntan... Es muy entretenido y además me permite compartir con ellos, cosa que me encanta. Cuando estuve en Bélgica realizando un postgrado dentro de mi especialidad, conocí a una psicóloga, fonoaudióloga, poeta y escritora que logró que niños con problemas de lenguaje y aprendizaje escribieran cuentos como parte de su terapia, cuentos maravillosos que ella más tarde recopiló en un libro. Con ella aprendí muchísimo y empecé a relacionar, fue la primera vez que me di cuenta de que esto era mucho más que un hobby y que tiene una gran importancia para los niños, cosa que trato de inculcársela a mis alumnos de fonoaudiología en la universidad, porque la poesía es tremendamente valiosa en el aprendizaje del lenguaje por los ritmos y las rimas.
- ¿Y alguno de sus hijos heredó su talento literario?
- La verdad es que sí. A la menor de mis hijas, que tiene 8 años, le encanta inventar cuentos. Incluso antes de aprender a escribir ella los dibujaba, me los contaba y yo los escribía para ella. La verdad es que tiene bastante aptitud y su misma profesora me ha hablado sobre su facilidad para escribir y, además, lee todos los días. También me puso el desafío de escribir con ella un cuento para cada día, porque le regalaron un libro en el que ella encontró que algunos cuentos eran buenos y otros no tanto, por eso quiere escribir otro.
- Después de ver sus cuentos convertidos en libros ¿ha cruzado por su mente la idea de dedicarse más a la literatura?
- Estoy recién pensándolo, pero el hecho de haber publicado los primeros cuentos me entusiasma harto. Esto hace que yo recuerde mi infancia, cuando mis abuelos maternos, que vivían en el campo, me contaban cuentos alrededor del bracero, los que lamento no haber recopilado, porque eran folclore chileno puro, mediante el cual me hacían entender cosas de la vida, por eso siempre he pensado que los cuentos para niños son una buena manera de enseñar.
- Doctora, ¿Cómo ve usted el nivel de la literatura infantil que los niños leen en los colegios?
- Creo que falta mucho todavía. Los libros que leen los niños en los colegios tienen muchas palabras que no son de uso nuestro, lo que hace que queden con cierto vacío. Es rico que aprendan vocabulario, pero ojalá que éste sea con palabras de nuestro uso. Además, otro problema es que los libros, sobre todo los que tienen lindas ilustraciones, son carísimos y no todas las personas pueden acceder a ellos, por eso no se puede incentivar más la lectura.
Por Carolina Faraldo Portus
