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19 Mayo 2003

Dr. Beltrán Mena

Enseñando a enseñar

Mejorar la docencia con la ayuda de nuevas tecnologías es la meta de la Oficina de Educación Médica de la Escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Por Paloma Baytelman

Junto al doctor José Badía, Beltrán Mena dirige la Oficina de Educación Médica de la Universidad Católica, adentrándose en una de las áreas de mayor proyección y dificultad metodológica de todo el ámbito docente: enseñar a quienes enseñan. Esta tarea presenta grandes desafíos y oportunidades, sobre todo si se considera el impulso que las nuevas tecnologías dan a la actividad académica, y los cambios y dificultades que implica su implementación.

- ¿Cuál es la clave para optimizar la enseñanza?
- No existe un método que se aplique y listo, sino que estamos desarrollando muchos proyectos que apuntan hacia allá; analizando los cursos e intentando mejorar ciertos aspectos de la docencia.

- ¿Trabajan con evaluaciones que los alumnos hacen de sus profesores?
- Claro, pero diseñar esas cosas no es tan simple como decir al final del semestre si el profesor es bueno o malo. Es necesario crear un instrumento y eso significa un proceso de mucho trabajo. Se debe evaluar qué cosas importan: ¿que el docente llegue puntual?, ¿que hable claro?, ¿que haga buenos dibujos en el pizarrón?, ¿que no falte nunca?, ¿que sea justo en la evaluación?. ¿En qué te vas a fijar para que realmente se correlacione el resultado del instrumento con posibles medidas futuras que mejoren la docencia?. Son verdaderas investigaciones. Hay que elaborar las preguntas, categorizarlas, someterlas a análisis estadísticos para ver las correlaciones y determinar si hay algo que sobre o falte. Ese proceso puede tomar uno o dos años.

- ¿Qué otras iniciativas llevan a cabo para mejorar la enseñanza?
- Hacemos talleres para que los profesores perfeccionen aspectos de docencia. Porque una persona puede ser excelente médico, manejar su especialidad con maestría y saber meter el “chupirroscopio” perfecto, pero llega el momento de enseñar y no tiene idea. Se enreda entero, da por sabidas cosas que nadie tenía por qué saber, y no da por sabidas otras que todos saben.

- ¿Me podría mencionar alguno de los métodos que utilizan en los talleres?
- En el de expresión oral, por ejemplo, hacemos que los profesores expongan, los grabamos y después se critican unos a otros, pues le va tocando el turno a cada uno de los participantes. Después de un tiempo, se hace una segunda ronda con una nueva presentación en la que mejoran muchas cosas.

- ¿Qué es lo que pretenden lograr en los profesores?
- Que sepan que hay muchas alternativas para enseñar. Algunas personas creen que la clase hay que hacerla con diapositivas y un telón, porque así les enseñaron a ellos y, por lo tanto, lo hacen igual. Cuando van a los talleres se dan cuenta de que existen muchas otras cosas y ellos mismos deciden experimentar con nuevos elementos. Hay varios módulos en los que se enseña a investigar, escribir papers, preparar clases, evaluar, diseñar un currículum y generar y mantener un proceso de retroalimentación con los alumnos. Es decir, herramientas prácticas, esa es la idea del centro de formación.

- ¿Ha sido difícil la convocatoria?
- Es complicado el tema, porque no es cosa de poner un aviso diciendo cuáles son los cursos que se ofrecen y esperar a ver quien se inscribe. En todo caso, el hecho de tener un instrumento bien desarrollado nos proporciona datos objetivos, que nos dan luces sobre problemas o deficiencias que puede tener una persona y sugerirle que tome un determinado taller. Eso es distinto a decir lo mismo pero sin argumentos.

- ¿Hay criterios para asignar los cupos, según el tema del curso?
- Sí, son dos. El primero es si invitamos a especialistas en una determinada área, para lo cual convocamos a personas que vayan a estar realmente interesadas en ese tema. Bajo un segundo criterio, cuando son cursos como el de pruebas, en el que creemos que muchos pueden beneficiarse, invitamos a todos y los primeros 12 que se inscriben hacen el taller. Para los otros hacemos segundas, terceras y cuartas versiones que han resultado muy buenas. Sólo en el 2002 hemos hecho alrededor de treinta cursos. Uno de los temas es medicina basada en evidencia, área en la que partimos juntos con Laboratorios Saval acá en la escuela, y el la que incluso el laboratorio ha ido más allá, llevando el tema al cuerpo médico en general.

En la carretera de la información

Otro de los aspectos tendientes a mejorar la docencia que tiene a su cargo la Oficina de Educación Médica, está dado por las nuevas tecnologías. “En el servidor web de la escuela ponemos material todo el tiempo; casi un millón de páginas mensuales. Por ejemplo, publicamos gratis cada libro que sacamos”.

Dr. Beltrán Mena

- Debe ser un gran esfuerzo
- Sí lo es y en términos de eficiencia, creo que este debe ser el servidor más visitado de Chile. Es otra manera de ir mejorando la docencia y conforma una gran ayuda para los alumnos, pues no tienen que comprar todos los libros; pueden incluso copiar pedazos de cada página y armar su propio resumen; ver fotos en colores cuando los libros están en blanco y negro; videos que en la edición impresa no pueden ir; ejercicios de los casos clínicos que los docentes les ponen o leer la materia en la web y llegar a la clase a preguntar en vez de sólo escuchar. Es una herramienta que tiene mucho impacto.

- ¿Y cuál fue su primer acercamiento a Internet?
- Yo había leído en la revista “Time” sobre una cosa que se llamaba Internet, pero nadie en Chile estaba conectado. En la facultad de Ingeniería de la Universidad Católica se hizo la primera conexión de Chile en 1992 y un año después se instaló en la sala de computación de la Facultad de Medicina. Se decidió tener un equipo menos y con ese dinero se compró el aparato para conectarse a la red de la Universidad Católica que tenía salida a Internet. Creo que fuimos los primeros que nos conectamos y tuvimos casillas de correo electrónico, después de los estudiantes de ingeniería de la Chile y la Católica.

- ¿Qué sensación tuvo cuando por fin se encontró con el cyberespacio?
- Nosotros nos metimos por primera vez en julio del ’93, incluso antes que existiera Mosaico. Era una cosa tan potente que me demoré un tiempo en dimensionar el potencial que tenía. En esa época yo estaba metido en muchos proyectos muy interesantes y no quería distraerme con cada cosa nueva que aparecía. Pasaron un par de meses hasta que entendí. Después vino Netscape y lo encontré alucinante.

- ¿En ese momento comenzó a trabajar en la red que tienen actualmente?
- No, entonces no había red en la escuela, aunque ahora hay una enorme. De hecho, Laboratorios Saval nos ayudó en los primeros pasos a través de un convenio que hicimos en 1996 para crear un sistema de interconsulta a distancia, aprovechando su red nacional que abarcaba varias ciudades de Chile. Para que eso funcionara, el Laboratorio nos dio una importante donación, gracias a la cual echamos a andar el núcleo central de la gran red que hoy tenemos en la Escuela de Medicina.

- ¿Cómo ve la relación de las antiguas y las nuevas generaciones de médicos con el tema de la computación?
- Acá en la escuela no hay mucha diferencia generacional. Los únicos que se meten a ciegas, sin pensarlo mucho, son los becados que ven esta tecnología como algo natural y funcionan con ella. Pero es un mito eso de que los viejos no se meten y los jóvenes sí. Se meten todos. Yo diría que los mayores comenzaron con más recelo, pero todos al menos usan el mail.

- ¿Qué aspectos destacaría de la aplicación de las nuevas tecnologías al campo de la medicina?
- En la parte administrativa ha sido muy útil, desde cosas como que los médicos puedan llevar sus agendas en las ‘palm’, hasta que la administración hospitalaria sea más eficiente. Como estos aspectos, la tecnología tiene muchas otras cosas buenas, muchas promesas, pero también tiene su lado negativo, pues implica una vida cada vez más ordenada y productiva, pero también más exigente, compleja y estresante.

Experto a domicilio

- En medicina ¿qué sería revolucionario tecnológicamente hablando?
- Que empiecen a aparecer sistemas expertos en medicina. Se trata de un softwere que se instala en el computador y te va haciendo preguntas con respecto a un paciente. Uno va respondiendo esta pauta preestablecida de alternativas y el programa da un diagnóstico. Lo que sería interesante entonces, sería un softwere que reemplace, mejore u optimice funciones médicas. Esto permite, por ejemplo, que un médico general, sin experiencia en dermatología, que antes acertaba al 54 por ciento de los diagnósticos dermatológicos, con el softwere suba a 82 por ciento, comparado con un dermatólogo experto que acierta un cien por ciento.

- ¿Falta mucho para que este tipo de iniciativas se transformen en una realidad?
- Bastante, porque es necesario que cambien muchas cosas. Actualmente, la mayoría de los expertos considera que el softwere es fabuloso para cualquier tema, menos para su área de experticia. Por ejemplo, si le explicas el sistema a un mecánico especialista en ajustes de motor, lo encuentra buenísimo. Pero si se le pide que entregue parte de su conocimiento para que cualquier persona pueda hacer un ajuste de motor, te dice: ‘no... muy difícil, el tema del ajuste de motor es muy delicado, en todos los demás temas sí, pero esta área es muy complicada’. En medicina es igual, los sistemas de expertos son espectaculares para militares, pilotos o mecánicos: ‘pero el tema de la cardiología es muy delicado, se necesita mucho ojo clínico’, te dicen.

- ¿A qué atribuye esa reacción?
- Como no comprenden bien su mecanismo de razonamiento, pues lo que saben es en gran parte por su experiencia, creen que su área de experticia no es transferible, menos a un computador. Porque si vas donde un reumatólogo y le dices que su especialidad se puede ordenar de esta forma te va a decir: ‘no, cualquier otra cosa sí, pero la reumatología es muy complicada’. Nadie cree. Es como que te diga que un periodista se puede reemplazar por un softwere y seguramente tú me vas a decir: ‘no, un buen periodista no’. Todos creemos eso, le damos algo a nuestro oficio que lo hace especial, único, no susceptible de ser estandarizado.

- Para cualquier otro oficio sí, pero el periodismo no...
- Tienes razón –ríe-, la medicina no es tan creativa como el periodismo. Se puede hacer sistemas expertos en aquellas labores donde se aplican patrones. Debo reconocer que hay acuerdos internacionales que indican al periodismo como una tarea muy difícil de mecanizar, aunque se ha automatizado bastante el trabajo, porque ahora todo es por teléfono, por mail, con cuestionarios.

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