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28 Junio 2004

Dr. Jorge Rojas Zegers:

“Soy un hombre de oración y familia”

Con 57 años, el médico está a la cabeza de un organismo de beneficencia, que es considerado un modelo a nivel latinoamericano.

Director de la Corporación de Ayuda al Niño Quemado, presidente del Rotary Club de Santiago y otras facetas poco conocidas de su personalidad, son parte del perfil de este hombre que encuentra la fuerza en sus siete hijos, su esposa y, por sobre todo, en Dios.

El 13 de junio de 2004, la Corporación de Ayuda al Niño Quemado (Coaniquem) realizó su vigésimo quinta colecta nacional. En sus 25 años de funcionamiento la institución ha ayudado a más de 70 mil menores víctimas del fuego, tanto en Chile como en otros países latinoamericanos. Pero no sólo el gran número de personas atendidas distingue a Coaniquem, el modelo que le permite realizar alianzas estratégicas con las empresas donantes es abordado como caso de estudio en la escuela de negocios de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, hecho que enorgullece al doctor Jorge Rojas Zegers, director y fundador de la organización sin fines de lucro más exitosa del país.

El médico, que ha estado a la cabeza del organismo desde su creación en 1979, supervisa personalmente muchas de las iniciativas que lleva a cabo Coaniquem. De hecho, esta entrevista se desarrolló cuando el doctor Rojas se encontraba afinando los últimos detalles de la colecta anual de la institución. Las reuniones y llamadas a su celular no dan tregua.

“Disculpe que no apague el teléfono, estoy esperando una llamada muy importante…”, señala antes de comenzar la entrevista, “es de un programa de televisión que nos va ayudar en un proyecto”, agrega con una amable sonrisa.

Sin duda, una de sus principales características es que le gusta estar enterado y ser participe en todo lo que se relaciona con los proyectos que impulsa. Sus compañeros de trabajo lo confirman: “Es demasiado inquieto, muy difícil verlo en un solo lugar, está en todas partes”, señala su secretaria.

Aunque el tiempo escasea en la atareada vida del médico, se da el espacio y con gusto habla de cada historia y cada detalle del pasado como si hubiese ocurrido ayer.

“En 1976 un niño se quemó gravemente. Se llamaba José Contreras y tuvo un accidente que le podía significar la muerte, pues afectó el 68 por ciento de su cuerpo. Junto a otros compañeros, estábamos terminando un curso sobre niños quemados y un profesor extranjero nos mostró un nuevo tratamiento, que permitía enfrentar este cuadro de una forma que no era habitual en esa época: uso de injertos de donante cadáver, un procedimiento bastante difícil de llevar a cabo, pero el pequeño tenía que sobrevivir de alguna forma, hasta que pudiéramos sacar injertos de él mismo”, relata cuando se le pregunta sobre la idea que gatilló la creación de Coaniquem.

- ¿Qué otros factores los animaron a poner en marcha el proyecto?
- Trabajando en el Hospital Roberto del Río, tanto mis colegas como yo veíamos que había muchos niños que llegaban en condiciones similares a las de José Contreras y, en la mayoría de los casos, eran pacientes muy pobres. Entonces nos dimos cuenta de que había una necesidad. Si tú miras, quienes se queman son generalmente menores de familias de escasos recursos, con un bajo nivel cultural y cuyos hogares tienen una planta física muy limitada.

- Después de aplicar en forma exitosa los injertos a José Contreras ¿cuáles fueron las principales limitaciones que encontraron?
- En esa época no existían planes de prevención, no se sabía mucho sobre cómo ocurrían los accidentes y menos sobre lo que venía después de este nuevo tratamiento, pero veíamos la necesidad de una atención más allá de la emergencia. Había que entrar en un proceso más largo, de seguimiento. Sin embargo, al poco tiempo notamos que ese era el gran problema, la falta de recursos, porque todo era muy caro y no había ni siquiera plantas físicas adecuadas. Entonces decidimos crear una organización privada sin fines de lucro, que funcionara fuera del hospital. Así nace Coaniquem en el año ‘79.

- ¿Qué es Coaniquem para usted?
- Coaniquem es como un hijo, uno más de los que tengo. Es mucho más que atender pacientes. Algunas personas llegan en forma directa con las quemaduras, sin pasar por el hospital, pero también hay quienes vienen con sus heridas ya curadas y, aunque no son urgencias, deben ser rehabilitados. Hasta la fecha hemos trabajado con más de 70 mil menores, lo que es un record a nivel mundial. También estamos desarrollando una investigación sobre la mejora de los tratamientos y exportamos nuestra experiencia a otros países, capacitando a profesionales extranjeros, para que ellos puedan atender a su gente, a sus niños.

- Según su punto de vista ¿Cuál es la característica que diferencia a ésta de otras instituciones?
- No sé si otros organismos lo tengan, pero creo que la característica especial es la forma ordenada en que se hacen las cosas, la comunicación y la distribución del trabajo que existe en Coaniquem. Además, y por sobre todo, está la dedicación, las ganas, los sentimientos que se ponen en lo que uno hace. Es fundamental siempre mostrar un enfoque positivo sobre lo triste que puede ser la situación. Nunca dar lástima, sino que transmitir alegría y motivar las campañas.

Casa club

El doctor Jorge Rojas no limita sus funciones a Coaniquem; desde hace 15 años forma parte del Rotary Club de Chile, donde se encuentra terminando un período como presidente de la filial Santiago.

- ¿Qué importancia tiene para usted el hecho de ser rotario?
- Aunque no es una entidad muy conocida en nuestro país, Rotary Internacional nace en Chicago en 1905 y en Chile se fundó el año 1924. En marzo cumplió su aniversario número ochenta, siendo yo presidente. Es muy importante para mí ser parte de una organización reconocida a nivel mundial, además este club nos ayudó hacer el programa RotaryQuem, el cual ha permitido captar recursos de empresas extranjeras para financiar proyectos de la corporación.

- El ciclo como presidente está llegando a su fin…
- Sí, dejo el cargo en julio, pero antes debo terminar un gran proyecto. Justamente con la ayuda de Rotary Club Internacional, pondremos en marcha un programa de micro crédito para mujeres emprendedoras, que no tienen acceso a la banca formal. Son personas que viven en poblaciones y saben hacer cosas, pero no cuentan con los recursos necesarios para desarrollar su propio negocio. La iniciativa se llamará Banco Solidario y será posible gracias a una sociedad que se estableció con el Banco del Desarrollo y la Universidad Mayor, casa de estudios que será la encargada de dar entrenamiento a las mujeres, sobre cómo organizar de forma óptima su negocio. Este es un programa que no existía y yo lo invente acá en Chile; es un logró que me llena de alegría, al igual que todo lo que hago.

El artista que llevamos dentro...

La polifuncionalidad del doctor Jorge Rojas es muy amplia. Más allá de la medicina, su labor en Coaniquem y en el Rotary Club de Santiago, el médico tiene una marcada veta artística. La música y la poesía son áreas que este hombre ha desarrollado en forma paralela a su quehacer profesional, alcanzando junto a su familia reconocimiento tanto en Chile como en el extranjero.

- ¿Cómo llegó a ser músico?
- Es una historia muy bonita. Comencé a tocar guitarra cuando estaba en el colegio y estudié música por once años en la Universidad de Chile. El 1 de agosto de 1972 me convertí en una de las primeras personas en recibir una licenciatura de concertista dada por esa casa de estudios. Después me llamaron y me ofrecieron dictar la cátedra de guitarra clásica y ahí estuve enseñando durante mucho tiempo, hasta que dejé la docencia por la dedicación que significa Coaniquem y porque siempre es bueno dar paso a las nuevas generaciones. Tuve muy buenos alumnos, con los que hemos grabado muchos trabajos.

- Usted ha compuesto, grabado, realizado investigaciones musicales y conciertos en el extranjero…
- Yo diría que en la música he trabajado en varios submundos. Uno de ellos es la docencia y otro es la investigación, donde a su vez desarrollé dos líneas de trabajo. Abordé la música chilena de fines del Siglo XIX y comienzos del XX, de lo cual tengo varios discos compactos y cassettes. En este ámbito, descubrí a más de 30 compositores chilenos del Siglo XX, desconocidos para la mayoría, cuyo trabajo resulta importante rescatar, pues sobre él se construye la música actual. “La guitarra en las tertulias chilenas del 900” (título del libro que resume su investigación), significo descubrir un espacio que es nuestro pasado reciente. Por otra parte, hice un estudio en España sobre manuscritos de los monasterios Benedictinos en la Abadía de Montserrat y descubrí música para guitarra del siglo XVIII, obras que gravé e interpreté bajo el nombre de “Viejos manuscritos de Montserrat”.

- ¿Cómo ha desarrollado su labor de interprete?
- Durante siete años todos los miércoles en la mañana, cada semana, grabé en el Estudio Master de la Radio de la Universidad de Chile, trabajos que posteriormente eran tocados por la emisora. Aunque por falta de tiempo había dejado la interpretación, me pidieron que tocara la guitarra en un evento que Rotary Internacional realizó en beneficio de Coaniquem en EE.UU. Llevaba más de un año sin tocar, pero después de eso decidí retomar la interpretación, ya no sólo por placer, sino que ahora con fines de lucro institucional.

- ¿Para cuando están agendadas sus próximas presentaciones?
- En octubre (2004) ya tengo confirmada una gira por EE.UU. para reunir fondos para Coaniquem. Además, hace algunas semanas, recibí una solicitud para interpretar en la ciudad de Lübeck, en Alemania, una obra que compuse para tres guitarras clásicas y coro, que se base en “Subida al Montecarmelo”, un texto de San Juan de la Cruz. Ahora están traduciéndola al alemán y quieren que yo vaya como guitarrista al estreno de mi obra y que, a su vez, haga una gira de conciertos de música española.

- Y ¿cómo desarrolla su trabajo de compositor?
- Empecé a construir música bastante básica desde niño, aunque incluso con la formación de la universidad no me sentía con la experiencia y los conocimientos necesarios para hacerlo, pero conseguí ayuda para componer. Desde entonces, he compuesto más de 100 obras para guitarra y otras tantas para coro. Es un trabajo complejo, porque escribir toma tiempo y tocar también, entonces debo ir desarrollando estas áreas en forma aleatoria, para hacerlo bien.

- Siguiendo en la ruta del arte, ¿cuándo llega la poesía a su vida?
- Siempre me ha gustado, desde pequeño leo poesía y me agrada. Es algo que trato de hacer, a pesar del poco tiempo que tengo. Aunque en comparación con mis obras musicales es un trabajo de menor calibre; he escrito y saqué un libro de poesía religiosa, pero nada más.

- ¿Cómo se gestó el desarrolló de ese texto?
- Un amigo, un poeta español, empezó a escribir sonetos, algo que considero muy interesante en el trabajo lírico. En una oportunidad yo quería decirle algo muy importante a mi hijo y lo escribí en un soneto. Le gusto tanto, que lo puso en su pieza. Desde entonces empecé a escribir: le escribí a mi señora, a mis otros hijos, y vi que era algo que me gustaba. Pero mi vida poética esta ligada principalmente a la religión. Escribo sobre mis experiencias con Jesucristo. Muchos sonetos están dedicados a mi familia, pero siempre inspirados por la fe.

El hombre en sus paredes

Siempre ha sentido que su familia es más que sus siete hijos y su mujer, la cardióloga María Ester Goldsack. Pero acepta que de no ser por el apoyo que ha encontrado en su hogar, todas las tareas que ha emprendido no hubiesen tenido buen puerto.

- ¿Qué rol juega la familia en su vida?
- La familia es lo más importante, todo lo que hecho tiene relación con ellos, arranca desde ellos. Toda la experiencia de vida que significa Coaniquem está ligada a mi familia también. Por ejemplo, cuando es la colecta anual del organismo, en mi casa alojan cerca de 100 compañeros de mis hijos, que participan como voluntarios.

- ¿Su familia también lo acompaña en su faceta artística?
- Por supuesto. Siempre están conmigo, también en la música, en el Rotary y en cada proyecto que emprendo. Hacemos música en familia y cada uno tiene un rol. De hecho, la última edición de “Subida al Montecarmelo” fue hecha con mis propios hijos, tanto en los instrumentos como en el coro. No es sólo la música, en cada momento ellos me ayudan, como yo los ayudo a ellos y mi esposa también. Además, hemos escrito obras de teatro, donde hacemos la música y las interpretamos. Siempre buscamos la forma de reunirnos en torno a distintas cosas, incluso en la vida espiritual, que es clave, la forma de vivir la fe en familia.

- ¿Cuál cree que es su mayor virtud?
- No creo que eso pueda evaluarlo yo… Aunque podría estar en el hecho de ser un hombre de fe, pero no tan solo en Dios, sino también una persona con fe en los hombres, en quienes te rodean. Eso es lo más importante, de lo contrario no puedes trabajar con nadie y todo lo tendrías que hacer tú.

- Y el defecto más grande del doctor Rojas…
- Que cuesta seguirlo... Estoy involucrado en muchas cosas y en ese sentido debo tener cuidado de que las personas que están conmigo no revienten. Este es un mundo exigente y cada cosa se mueve de forma dinámica.

- Cuando llega el cansancio ¿de dónde se saca la fuerza para continuar?
- De lo más rico, puro e inalienable que tiene el hombre: la oración y la familia. Ahí radica la fuerza de todo hombre...

- Al estar involucrado en áreas tan diversas ¿cuáles son los problemas que ha debido enfrentar?
- El principal problema es la falta de experiencia. Yo inicié Coaniquem sin saber mucho de administración, sólo tenía mis conocimientos médicos, y fue necesario golpear muchas puertas y usar la inventiva para generar recursos. Lo mismo pasó en el Rotary, llegué con muchas ganas, pero las tareas y funciones dentro del club las fui aclarando con el tiempo y con la colaboración de gente que sabía lo que hacía. Más que problemas, lo que cuesta es mantener la constancia después de que uno inicia un tema, creer en él y ser capaz de dar los pasos hasta consolidar tus proyectos. A medida que vas desarrollándote y creciendo, las exigencias son mayores, porque no debes descuidar nada. Hay que asumir con responsabilidad los compromisos, las tareas y, obviamente, los errores sirven para aprender.

- ¿Cuál cree que será su futuro?
- ¡Uf! -exclama mientras bebe lo que queda en su taza de café- creo que nunca dejaré Coaniquem y menos ahora que tenemos un centro en Santiago y otro en Antofagasta. Falta mucho por hacer: es necesario incrementar los recursos quirúrgicos y una nueva implementación que permita realizar más cirugías reconstructivas. Junto con eso, queremos fortalecer la red internacional de trabajo, porque así se generan grupos muy fuertes para esta misión, que no es fácil. También es importante desarrollar la investigación científica, porque estamos viendo nuevas maneras de enfocar los tratamientos y buscando mejores resultados. Asimismo, debemos seguir exportando nuestra forma de hacer las cosas, porque nuestras campañas y el trabajo con la gente dan resultado. Pero también hay otros temas en los que queremos trabajar, que se relacionan, por ejemplo, con los problemas que provocan el hilo curado y el volcamiento de artefactos de cocina… Seguiré siendo parte del Rotary Club, aunque ya no desde la presidencia, y si me eligen nuevamente, con gusto la tomaré. Si me preguntas por la música y la poesía… Son cosas que estarán siempre conmigo, mientras tenga la inspiración y las ganas para ello estará la guitarra, algún escrito... o sencillamente algo que hacer.

Conciente del espacio que se ha ganado en la sociedad y del prestigio que se le atribuye tanto a él como a Coaniquem, el doctor Jorge Rojas sabe que lo principal para vivir es que “nunca debe perderse la relación con la realidad”, máxima que predica y practica ayudando a que la gente mejore su calidad de vida, pese a las dificultades que pueda tener.


Por Daniel Soza Díaz

Mundo Médico

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