Dr. José Luis Dinamarca Montecinos:
“Va a llegar a ser un mejor viejo quien se conozca a sí mismo y sepa cómo ser feliz”
El joven geriatra porteño es un convencido de que nos falta aprender a ser más felices en la vida, a disfrutar de las cosas simples, algo que el adulto mayor le enseña diariamente durante su labor médica.
El proceso de envejecimiento de la población se caracteriza por el aumento de las personas que tienen 60 años o más. Su relevancia se debe a que este proceso tiene múltiples impactos en la sociedad, no sólo en los ámbitos de educación y salud, sino también en la economía y en la composición de la fuerza de trabajo.
Un estudioso de este tema es el porteño José Luis Dinamarca Montecinos, médico geriatra egresado de la Universidad de Valparaíso, encargado del Programa de Ortogeriatría del Servicio de Traumatología del Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar, que actualmente está realizando un doctorado en gerontología en la Universidad de Granada y que divide su trabajo en el Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar y en las cátedras que realiza en las Universidades de Valparaíso, Andrés Bello, de Santiago y de Concepción.
“Cuando egresé de la Universidad, pensé que la psiquiatría era lo mío. Sin embargo, a último minuto desistí. Decidí hacer medicina general y entrar al ciclo de destinación. Entré a trabajar en el Hospital Santo Tomás de Limache y me dieron como tarea hacerme cargo del poli de postrados –que nadie quería tomar- y luego del programa del adulto mayor. A fines de ese año, en 2001, me ofrecieron trabajar en el Hospital Geriátrico La paz de la tarde en Limache”.
Por eso es un convencido de que “la geriatría lo eligió a él, antes que él a ella”. Siempre le gustó el trato con el adulto mayor, “eso creo que se dio por una cuestión familiar, porque tuve una excelente relación con mis abuelos”.
A su juicio, la especialidad es muy holística e integrativa, y le permite hacer muchas cosas en Chile. “En el Hospital Gustavo Fricke soy el único geriatra, por eso me siento como abriendo camino a los que vendrán”, confiesa.
“De la dismovilidad en geriatría” y “Movimiento, tiempo y envejecimiento: en búsqueda de las bases de una única teoría del envejecimiento”, son dos trabajos que el doctor Dinamarca ha realizado sobre el tema y que lo han transformado en “el introductor del concepto de dismovilidad en geriatría, algo de lo que me siento muy orgulloso”.
Para hablar de estos y otros temas, nos reunimos con el doctor José Luis Dinamarca en el Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar.
- Doctor, cómo podemos definir qué es el envejecimiento.
- Hay una definición –la de libro- que señala que es un proceso universal e irreversible que ocurre en los seres vivos y que termina con la muerte. Pero a mí no me gusta esa definición. A partir de la teoría movimiento-tiempo, yo defino el envejecimiento como el producto entre el movimiento y el tiempo, como un proceso que no comienza, ni termina, sino que continúa permanentemente entre una generación y otra, que no se da sólo en los seres vivos, sino que en todo lo creado dentro del universo y solamente va a terminar cuando se acabe el tiempo como dimensión. Y en general, no sólo es deteriorante, sino que también madurativo. El envejecimiento siempre involucra un deterioro, porque el movimiento-tiempo genera trabajo y el trabajo, sí o sí, genera desgaste, pero a la vez debiese generar aprendizaje.
- ¿Hay diferencia entre el proceso de envejecimiento en hombres y mujeres?
- Si bien el envejecimiento es un proceso individual, es posible separarlo de acuerdo a las poblaciones, género o a las clasificaciones que uno estime conveniente. Efectivamente hay diferencias en el envejecimiento del varón con respecto al de la mujer. La mujer tiene mejor expectativa de vida. Se ha visto que el tener dos cromosomas X la hace más estable, desde el punto de vista genético, porque el cromosoma Y es más frágil. Por su misma configuración hormonal, tanto varones como mujeres tienen distintas patologías. La mujer, a partir de los 45 años, empieza a hacerse climatérica y finaliza el proceso con la menopausia y a partir de ahí empieza con patologías propias de esta última, como la osteoporosis. El hombre hace patología prostática, cosa que en la mujer no se da. En términos de las patologías deteriorantes puntualmente, también hay diferencias. Las mujeres se deprimen más que los varones y ellos consultan menos que ellas. Cuando los varones jubilan, tienden a ser más inactivos. En cambio las mujeres tienen una vida laboral, a lo mejor no remunerada, mucho más activa. También hay estudios con respecto al envejecimiento en pareja, no es lo mismo que la mujer esté sola por su lado y que el varón envejezca solo por su lado o si envejecen juntos. Los varones con pareja envejecen mejor que los que no la tienen y lo mismo las mujeres, pero una vez enviudando la mujer, sobrevive mucho más que el hombre viudo. A no ser que el viudo se empareje de nuevo. De que hay diferencias, las hay.
- Nuestro país, al igual que otros más desarrollados, está viviendo una etapa avanzada de transición al envejecimiento demográfico de su población. ¿Cuáles son las implicancias de este proceso?
- Chile es un país heterogéneamente desarrollado. Teniendo presente que el nivel de desarrollo se encuentra directamente relacionado al tipo de proceso de envejecimiento que existe, es importante considerar que los países desarrollados vivieron un proceso de envejecimiento paulatino y lento y que en países como el nuestro se ha vivido muy rápidamente. En Chile hay muchos viejos, tantos como nunca antes había habido. La gente no está acostumbrada a tratar con viejos. Existe una tradición de tratar al adulto mayor como un abuelo que se está apagando con el correr del tiempo. Entonces se tiende a abuelizar y a minimizar al adulto mayor. Desde ese punto de vista, es súper importante que las personas mayores sean integradas a la sociedad. Se les suele considerar como un colectivo invisible que genera demandas y gastos, pero no se le ha dado la oportunidad de aportar. Nosotros estamos viviendo no sólo un proceso de envejecimiento, sino que también un gran proceso de desarrollo. La digitalización, sobre todo, produjo un abismo generacional. Por una parte no tenemos costumbre de tratar con personas muy mayores y aparte el trato se ve muy dificultado no sólo por esa brecha generacional, sino que porque ha habido cambios que los han marginado, entre ellos la digitalización, desde el microondas hasta el computador. Entonces la comunicación es fundamental, por lo que la comunicación intergeneracional hay que promoverla. En tercer lugar, las personas mayores son una biblioteca andante, son un archivo recuperable que tenemos que aprovechar. Son parte de la historia y un pueblo sin historia tiende a desaparecer. Efectivamente los mayores también generan gastos y requerimientos distintos que la gente joven. Desde el punto de vista de la salud, al menos, empiezan a aparecer enfermedades nuevas que antes no se conocían a nivel poblacional, que saturan los sistemas de salud en todos los hospitales del país, pero a pesar de eso yo diría que las personas mayores ponen en el tapete temas de importancia, como la muerte. Ellos saben que van a morir y que están cada vez más cerca de ese final y la muerte es un tema del que no se habla. Tiende a ser tabú. Yo creo que esas son las cinco cosas que enfatizaría como importancia del envejecimiento en nuestra población.
- Hoy se tiene claro que la vejez no sólo afecta a aquellas personas que son ya mayores, sino que también a su entorno. Al hablar de ella y crear políticas públicas al respecto, cree usted que se pone el acento en las necesidades personales, grupales y sociales vinculadas con el envejecimiento.
- Sí se está haciendo mucho, a pesar de que ese mucho es poco. Pero mira, desde el año 89’ se instauró en los planes de salud el adulto mayor como meta, para que fuera un tema prioritario para el año 2012. Y eso incluyó la aparición de la geriatría como especialidad. Se creó la Sociedad Chilena de Geriatría y Gerontología, otras Sociedades comenzaron a hablar del adulto mayor. Se conformó el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama). Yo creo que ha habido una penetración lenta, pero sostenida del tema de la preocupación por la persona mayor.
- Y esa preocupación está sólo enfocada en la persona o también en su entorno, porque debemos recordar que el proceso de envejecimiento involucra a varios actores
- Con el envejecimiento pasa lo mismo que con la sexualidad. Cuando uno habla de ella nos referimos sólo al sexo y a patologías sexuales, pero la sexualidad corresponde a todo lo que es ser varón y ser mujer, la femineidad, la masculinidad, el cómo se viste, cómo se mueve, los gustos que tiene… con el envejecimiento pasa lo mismo: cuando hablamos de eso tendemos a hablar de la persona mayor, pero en realidad lo que tendríamos que hacer es preocuparnos del continuo que significa el envejecimiento, desde antes que nace la persona hasta después que se muere. No solamente vamos a llegar a ser viejos, sino que más bien vamos a ir sufriendo cambios en nuestra evolución.
- ¿Y cómo podemos afrontar de buena forma esos cambios?
- Yo creo que para llegar a ser un mejor viejo, tenemos que conocernos bien a nosotros mismos y saber cómo ser felices. Ese yo diría que es lo que falta: que nos enseñen a cómo ser más felices. Nos enseñan cómo ser más exitosos, cómo ganar más plata, cómo vestirnos mejor, cómo cuidar nuestra salud, pero eso no necesariamente genera felicidad, si bien puede ser difícil o complejo todos estamos llamados a ella. Tal vez con el desarrollo nos hemos ido olvidando de cosas simples, que son necesarias para ser felices.
- Hace algunos años usted publicó un libro sobre la re-conceptualización del síndrome de inmovilidad en el adulto mayor. Podría compartir con nosotros los principales puntos de su postura.
- Al estar a cargo del programa de postrados en el Hospital de Limache, al irme al Hospital Geriátrico y llevarme el programa se me pidió realizar un trabajo de investigación para presentarlo en el Congreso Nacional de Geriatría. Teníamos un muy buen registro estadístico y cuando empecé a hacer el trabajo de recopilación de datos me di cuenta que para poder presentarlo hacía falta un sistema de clasificación de los pacientes postrados, porque era un grupo muy heterogéneo. Buscamos por muchas partes y no dimos con ningún sistema de clasificación, sólo se englobaban dentro del término: paciente postrado y la palabra postración no es una palabra médica, es una palabra académica, del lenguaje habitual que se adoptó luego en la medicina en la Edad Media cuando existían personas que se encamaban debido a patologías agudas, caídas de altura, torneos deportivos, guerras o pestes. Pero eso no era técnico. Entonces comencé por revisar el concepto de inmovilidad, que tampoco estaba muy bien definido en geriatría hasta ese momento. Se asumía que la inmovilidad era la etapa final del paciente postrado propiamente tal, no se hablaba nada del proceso inmovilizante y cómo el movimiento para mí es muy importante, no podía hablar de inmovilidad propiamente tal, porque para mí el paciente jamás está inmóvil, o sea, ni siquiera cuando está muerto está inmóvil, de hecho cuando muere yo creo que el alma de la persona sigue su viaje hacia alguna parte. Entonces no se podía hablar de inmovilidad pero sí de las dificultades para el movimiento, que eso se llama dismovilidad.
- Ahí empezó entonces el cambio de concepto…
- Claro, lo primero que hice fue definir el síndrome de nuevo, desde el punto de vista semántico. Y después de eso me dediqué a observar cómo iban perdiendo su capacidad motora los pacientes hasta llegar al encamamiento o postración. Me di cuenta que la postración era la etapa final de un conjunto de etapas que habían comenzado hacía mucho tiempo y que había gente que tenía más riesgos que otras de llegar a esa etapa final. Y como el movimiento es un continuo y yo estaba recibiendo nada más que el resultado final, me di cuenta que había dos tipos de patologías motoras: las agudas y las larvadas. Y además si uno le introducía el factor tiempo a este proceso aparecía una dismovilidad antigua y otra reciente. Como son patologías que pueden mantenerse por mucho tiempo y que se observan en personas mayores de 60 años para arriba, algunos parecían no tener patología, pero después de dos años sí presentaron alguna, por lo que eso significaba que había una progresión en el tiempo, que iba limitando cada vez más el movimiento. Algunos necesitaban ayuda externa para movilizarse, otros permanecían más tiempo sentados y comenzaban a perder el equilibrio, a tener más riesgo de caídas y empezaban a necesitar ayuda para incorporarse e incluso para sentarse. Entonces después de tanto estar sentados ya no se levantaban, como estaban siempre sentados sin hacer nada se deprimían, se daban cuenta que estaban cada vez con más dificultad para moverse y en la cama empezaban a desarrollar diferentes etapas hasta que ya no se movían. Entonces me di cuenta que eso era un continuo y que el síndrome de dismovilidad que yo trataba de re-definir conceptualmente era muy importante definirlo también en sus etapas en forma consensuada para poder después comparar los distintos pacientes. Y eso significó un trabajo, más bien, cualitativo donde definí 10 etapas. Una primera etapa de pacientes que pasan gran parte del día en pie que se subdividió en dos. Otra mayor tiempo encamados con sus respectivas tres subetapas. Cada una de estas cinco etapas tenía dos subetapas que iban concadenándose una con otra.
- Y ha pensado completar ese trabajo.
- La verdad es que yo no busqué hacer el libro, yo sólo quería hacer un manual para poder trabajar mejor en equipo y utilizando un mismo lenguaje. Y todavía sigo trabajando en eso. Ahora espero hacer un trabajo multicéntrico. Tenemos colegas interesados en hacerlo del Hospital Militar, la Clínica Alemana de Santiago, Hospital Naval de Viña del Mar, el Hospital Gustavo Fricke, un Hospital de Cataluña y otro de Ecuador.
- Por último doctor, cuál es el futuro que usted le ve a la geriatría.
- Yo creo que es una especialidad 100 por ciento necesaria, por lo tanto imprescindible. Para mí el futuro de los geriatras en Chile es muy auspicioso. Todavía no está dicha la última palabra con respecto a cómo se va a formar el geriatra del futuro, pero lo que sí estamos todos de acuerdo es que es 100 por ciento necesaria, 100 por ciento imprescindible y mientras más geriatras haya, mejor para todos. Si la cosa sigue igual y seguimos envejeciendo a esta tasa, a futuro la geriatría va a ser la gran especialidad, como la pediatría lo fue en los 60 y 70’.
