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18 Abril 2011

Dr. Luis Alberto Medina Lahidalga:

“El cientificismo y humanismo no deben atropellarse mutuamente”

Para el especialista en Medicina Interna y Gastroenterología la filosofía nos enseña a encontrar lo humano del ser. Ciencia y técnica deben estar al servicio del hombre. Revelar la proyección humanista de aquellas, es tarea de la filosofía y las humanidades, por lo que la medicina no puede prescindir de ellas.

El doctor Luis Alberto Medina Lahidalga nació en Valparaíso, ciudad en la que recibió el título de médico cirujano en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile de Santiago. Se especializó en Medicina Interna y Gastroenterología y realizó estudios de postgrado en el Hospital de Santa Cruz y San Pablo de Barcelona; en el Hospital Saint Antoine de París; en la Clínica Mayo de Rochester; y en el Cancer Institute de Tokio.

Actualmente, es profesor asociado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso; profesor de la asignatura médico paciente en la Escuela de Medicina de la Universidad Andrés Bello de Viña del Mar y de la Escuela de Graduados de la Asociación Médica Argentina.

Además de contribuciones a textos de gastroenterología, es autor de más de 60 publicaciones médicas en revistas nacionales y extranjeras y autor del libro “Poemas sin pretensiones”.

Como co-fundador miembro activo del Comité de Ética del Hospital Naval Almirante Nef de Viña del Mar y con un diplomado en bioética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, este año el doctor Medina nos ha sorprendido con la publicación de “La Medicina en una Encrucijada”, un libro de gran interés para los médicos y estudiantes de medicina, así como para el público ilustrado, como comentó el doctor Alejandro Goic Goic, presidente de la Academia Chilena de Medicina del Instituto de Chile.

Sobre la preparación del texto, el especialista confesó que “un libro con temas como los que contiene éste se prepara, sin saberlo, durante años reflexionando sobre nuestra profesión y leyendo lo que otros, realmente capacitados, han escrito al respecto a través de la historia; acerca de nuestros verdaderos roles, lo que hemos logrado o no, al intentar lo mejor posible para nuestros enfermos, viviendo intensamente la relación con ellos, éxitos y fracasos o frustraciones, alegrías y amarguras o decepciones. Al alcanzar cierta madurez y paz interior, pensamos que pudiera resultar provechoso ordenar nuestras ideas, comunicarlas, primero conversarlas con amigos y con trayectoria e inquietudes similares y luego el estímulo de mi amigo Carlos Ignacio Echeverría, quien propuso escribirlo; surgió entonces el momento justo para sentarme, con calma, a ordenar y llevar mis ideas al papel, durante una pausa de desconexión obligada, cumpliendo el rol de paciente. Me tomó un par de meses escribirlo y luego una etapa de revisión y correcciones en la forma”.

Con la calidez y caballerosidad que lo caracterizan, el doctor Medina recibió a SAVALnet para conversar profundamente sobre la medicina y su verdadero sentido y sobre la publicación de este interesante libro que, en cada página e ilustraciones, demuestran la sencillez y compromiso del autor con una de sus grandes pasiones: la medicina.

- Para entrar directo al tema que nos convoca y tomándonos del título de su último libro, ¿en qué encrucijada se encuentra la medicina actual y por qué?
- A veces pienso que se está dando una devaluación progresiva del bien de la vida y de la dignidad del ser humano. Por ejemplo, en la eutanasia y actitudes atentativas contra la vida del que está por nacer. También un deterioro, esto es indiscutible, en la relación médico paciente. Y es que el progreso de la ciencia, todo avance, suele tener dos caras; ocurrirá con la manipulación del genoma humano, la proyección clínica de la genética tanto en el diagnóstico de enfermedad potencial como en prevención y tratamiento; también la prolongación excesiva, si así se puede catalogar, de la longevidad, y una autonomía desenfrenada y, a veces, desbocada en las decisiones del paciente. El hecho de estar centrándose la medicina más en el enfoque de cuánto costará la atención y servicios que cubrirá, y no tanto en fijar objetivos racionales de la medicina y sus límites, además de costos disparados, esperas interminables con tratos impersonales y cierta injusticia social en la administración estatal e institucional privada en salud.

- ¿Cómo llegó a bautizar de esta manera su libro?
- El nombre me lo propuso un amigo muy querido, fallecido hace poco, Pierre Jacomet, luego de revisar la primera versión de este libro. Concordamos en que el ascendente progreso del cientificismo y tecnología en medicina eran avances vertiginosos, abismantes, a veces parecían mágicos por lo inesperados, en todas las especialidades; pero contrastaban con un humanismo estancado o no en correspondencia a la aplicación de estos avances en el ser humano enfermo. Había que redefinir concepciones filosóficas y morales y adaptarlas a estas conquistas de la ciencia y la técnica, que sin duda son valiosas siempre que sean debidamente empleadas en las personas humanas enfermas, sujeto último de aquéllas, esto más por falta de racionalizaciones o normas adecuadas que por ignorancia, frivolidad o ligereza. Cada vez más debiendo fijar con cautela las indicaciones precisas, el momento que vive el paciente su enfermedad, su situación individual, para evitarle sacrificios, riesgos, costos tal vez innecesarios o desproporcionados en relación a los beneficios que le aportan. El cruce de cientificismo y técnica con humanismo y ética no debe atropellarse mutuamente. A veces, los médicos no percibimos como en toda acción médica se requiere una actitud humanista y el uso de un pensamiento moral, no sólo al emplear técnicas invasivas o ante francos dilemas ético-clínicos.

- ¿A quienes está dirigido este trabajo?
- A médicos en formación y a los que inician su tarea, plenos de ideales y buenos propósitos y, por supuesto, naturales requerimientos económicos además de temores propios del que se inicia en la profesión. A aquellos en etapa preuniversitaria que dudan de su vocación por la medicina. A los que pensamos alejarnos de esta actividad o de la docencia clínica, pero creemos necesario seguir reflexionando acerca del sentido real y primario de nuestra profesión, que está enfrentando cambios apasionantes a los que debemos responder debidamente, para bien del paciente, su familia, y la sociedad de ahora y del futuro.

- Con qué intención llevó a cabo este trabajo y qué espera usted del lector.
- Yo espero hacerlo reflexionar junto conmigo acerca de los temas que planteo en el libro; algunos de ellos son complejos, pero creo que en la mayoría estaremos de acuerdo en cómo enfrentarlos. En otros dependerá de la corriente filosófica que los convence más. Yo, en lo que se refiere a teorías morales contemporáneas, me inclino más por la de los bienes humanos básicos que se opone a las utilitaristas o al liberalismo filosófico.

- El ejercicio de la medicina se encuentra en un constante cambio. En este mundo, los principios éticos ofrecen la orientación necesaria que el médico necesita para solucionar problemas, evitar dificultades y servir como recordatorio de las obligaciones y deberes comunes que poseen quienes ejercen la profesión médica. ¿A qué se debe que esos principios básicos no hayan sucumbido ante tanto progreso tecnológico?
- Toda reforma en salud, organización o desarrollo tecnológico no aportará beneficios reales si no conlleva una ética eficaz y apropiada. Es cierto que hay paradigmas en medicina que cambian a medida la ciencia avanza incluso debiendo ceder ciertas resistencias. Desde el momento en que el predominio de la razón giró hacia lo técnico y puramente científico, se cayó en el riesgo de la deshumanización; luego se incorporó la preocupación por los recursos económicos, técnicas de gestión, incorporación de ingenieros casi en mayor proporción que médicos en algunas instituciones, énfasis en cierto enfoque comercial rendimientos y cifra azules; surgió entonces una mayor necesidad de incorporar también una dosis de humanismo y bioética, los principios de beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía insistiéndose en los derechos, obligaciones y deberes de los pacientes llamados ahora clientes, establecer normas o principios morales básicos y manejar mejor la relación costos-riesgos-beneficios.

- Aristóteles decía, tal como usted cita en su libro, que la rectitud ética se logra acostumbrándose a ejercer la virtud a diario, creando hábitos virtuosos. ¿Qué importancia tiene el estudio de la ética médica en la formación de los profesionales de la salud?
- Ya dije que todo acto médico implica decisiones morales, entregar así lo más apropiado al paciente individual. Aristóteles fue un científico y un hombre sabio, en el que no se distinguía lo que hoy llamamos ciencia de filosofía. Todo era un continuo de conocimientos y reflexión sobre la realidad del ser humano como objeto de admiración y profunda observación que unía lo físico, lo psíquico y espiritual, lo político y social, lo metafísico de la persona humanan sana y enferma. La ética la ejerce el personal de la salud a diario, pero a veces nos despreocupamos un poco. El bien del paciente, recuperar su bienestar y felicidad lo logra el médico a través del ejercicio de las virtudes. La virtud es un acto inicialmente deliberado y voluntario que obedece a la recta razón y que termina por formar parte del médico idóneo, tratando de lograr siempre lo que es bueno y justo para el paciente tras una adecuada deliberación para cada paciente en particular, con respeto, prudencia, buen sentido, siempre de acuerdo con la verdad. Es una ética basada en la ley natural, fundada en la mera razón natural y, como ya dije, en los bienes humanos básicos y que ni siquiera requiere de la fe o profesar un credo confesional. Son normas o principios que iluminan la bioética y pueden ser entendidos y aceptados por toda persona que use la razón práctica o la lógica.

- En qué momento se dejó de aceptar lo finito de la vida y se comenzó a rechazar la muerte, no sólo de parte del médico, sino que también del enfermo. A qué se debe este cambio de mentalidad, tan arraigada en la antigüedad.
- La muerte debería ser considera como parte del relato de la vida. La medicina científica ha actuado con soberbia al alimentar sólo las expectativas de salud perfecta y larga longevidad. Alguien lo calificó como el “costoso apartar la vista de la muerte”. Se la considera como un fracaso de la medicina y es la razón de, a veces, luchar contra ella a toda costa y todo costo a expensas de la calidad de muerte. A los médicos se los ve, a veces, también a los estudiantes, cohibidos, turbados, bloqueados ante el paciente terminal y sus familiares. También una longevidad muy prolongada sin la debida orientación y apoyo médico, puede volverse una pesadilla más que una bendición para las personas. Un pensador del siglo XVII dijo que deberíamos ser más felices con la muerte de lo que hubiéramos sido sin ella; no habría sentido del tiempo, el crecimiento, los cambios. Creo que la eternidad en la tierra sería un tormento. En todo caso, el tema de morir y la muerte es complejo, muy complejo, desde un punto de vista humano, filosófico o científico y lo trato en un capítulo del libro, así como los roles del médico en esta condición.

- Por último doctor, para que un médico sea feliz ejerciendo en la práctica diaria, ¿qué es lo que necesita?
- La felicidad no merece nuestras alabanzas, sino más bien nuestro respeto, creer en ella y aspirarla o pretenderla, responsabilizarse en lograrla. El médico, como todos, está sometido a vaivenes biográficos y a un entorno familiar, laboral y social que pueden imponer apremios, conflictos y problemas. Si uno se atiene a la definición de felicidad por filósofos y pensadores, que exigen una vida virtuosa con dedicación amorosa al prójimo que nos requiere, expresión predominante de alegría existencial, gozo más bien beatífico y en lo espiritual, anhelos o logros altruistas, lograr el gozo en la esencia del amor y la verdad, me hace sentir que los momentos de felicidad plena son ocasionales y pasajeros. Y creo que eso es suficiente. Por otro lado, pienso que en el balance final, nuestra profesión, ejercer con amor al prójimo un arte y ciencia tan bello y legítimo, procurando siempre aliviar, curar o hacer felices a pacientes y sus seres queridos y propender al bien común de la sociedad, necesariamente, deberá proporcionarnos una sensación íntima de profunda alegría.

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