Dr. Antonio Orellana Tobar:
“Sigo manteniendo una idea muy romántica de la medicina”
A la cabeza del Servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos van Buren de Valparaíso por dos décadas, el profesional emprendió un nuevo desafío personal al asumir, el 1 de marzo pasado, la decanatura de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
Porteño de corazón, el doctor Antonio Orellana Tobar estudió medicina en la Universidad de Chile, “pero en la sede de Valparaíso”, como a él le gusta aclarar. Durante ese proceso de formación le gustaba trabajar en un turno de la asistencia pública. “Eso fue desde el año 1969 en adelante. Los neurocirujanos tenían el Servicio en el quinto piso y en la noche, cuando intervenían, yo iba a mirar y, a veces, a ayudar en lo que se podía. Eso me deslumbró”, confiesa.
Con el tiempo y los estudios se fue dando cuenta que la neurocirugía, como especialidad, tenía un fuerte componente filosófico. “Sentía que envolvía una cosa media mística, con mucho de arte, mucho de ciencia y que se iba combinando en cada una de las cosas que uno hacía y en donde era muy importante el criterio, a veces, incluso más elemental que el mismo conocimiento”.
“Para mí el cerebro es un órgano especial y delicadísimo. Las intervenciones que tú haces en neurocirugía, en el cerebro o en la médula, son operaciones en las cuales tú puedes provocar un daño adicional, por lo que la cirugía no es tanto lo difícil como lo delicada que debe ser. Esa sensibilidad y elegancia fue lo que me llamó la atención de la neurocirugía”.
Con 28 años de ejercicio profesional, ha formado a generaciones de neurocirujanos que han pasado por el Servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos van Buren de Valparaíso, que –como él manifiesta orgullosamente- “dirigí por 20 años”.
El 1 de marzo, asumió una nueva tarea: de ser el director de postgrado y postítulo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso (UV), se trasformó en el nuevo decano de la Facultad, “un compromiso que asumo con la responsabilidad de entregar un valor social al trabajo médico”.
A días de emprender este nuevo desafío, el especialista recibió a SAVALnet en su oficina del hospital van Buren para analizar los avances que ha experimentado la neurocirugía en nuestro país.
- Doctor Orellana, ¿cuál es la visión que tiene de la evolución de la neurocirugía en nuestro país?
- Esa pregunta es bien interesante, porque no hay duda que una de las especialidades que más ha evolucionado en el campo de la medicina, en los últimos 30 años, ha sido la neurocirugía. No sólo en los logros obtenidos, sino que también en lo que se refiere al diagnóstico. Cuando yo fui becado, no tenía scanner, menos resonancia. Y eso no era porque fuésemos un país pobre, sino porque aún no lo habían inventado. Entonces, todos los exámenes diagnósticos eran indirectos. Hoy, tú cuentas con un examen que te actúa como screening, pero también tienes la posibilidad de hacer una resonancia nuclear magnética la cual, de alguna manera, te va a decir lo que padece el paciente, las relaciones que se pueden dar según la sintomatología o la presencia de tumores. Podemos hacer resonancias funcionales, para ubicar dónde está el centro de ciertas funciones superiores. Eso hace que la neurocirugía sea, por supuesto, más delicada y precisa. Además, cuando tú vas a buscar algo dentro del cerebro, lo haces dentro de una esfera, donde dos o tres grados pueden marcar una diferencia. Ahora existe la tecnología como para llegar a ese lugar en forma absolutamente precisa, gracias a la cirugía guiada por la estereotaxia o al uso del neuronavegador, por ejemplo.
O sea, hoy resulta mucho más apasionante su especialidad
- Es muy apasionante, por el lado de los avances tecnológico, pero –y en esto hay que ser muy honesto- desde el punto de vista de la técnica quirúrgica, nosotros seguimos operando como nos enseñó a hacerlo Harvey Cushing en la década del 30’. Algunas se han ido modificado, pero muchas de ellas son las mismas. Hay que reconocer, eso sí, que la ingeniería y las matemáticas han permitido aplicar y desarrollar tecnología para profesionalizar aún más nuestra especialidad.
- A su juicio, ¿cuál es el principal desafío de la neurocirugía actual?
- Actualmente, el objetivo de la especialidad está orientado hacia lo mínimamente invasivo. Es decir, a desarrollar cirugía disminuyendo el campo, lo cual hace que, al mismo tiempo, se minimicen los riesgos y las secuelas. Lo que nos lleva a ser cada día más precisos, en el sentido de no provocar ningún daño buscando un tumor o alguna lesión dentro de la masa cerebral. En el fondo es ese “no hacer daño”. Para mí una de las cosas importantes es el tema de la prevención. En neurocirugía estamos acostumbrados a que todo sea curativo, pero debemos apoyar el tema preventivo, sobre todo en lo que a traumatismos se refiere. Sería interesante desarrollar campañas para advertir a los jóvenes sobre las consecuencias que puede arrastrar una fractura de columna cervical por piqueros o clavados mal ejecutados, donde frente a un corte de médula a nosotros no nos queda más que fijar la columna para rehabilitar al paciente, cosa que se podría evitar con prevención. Si bien, es imposible reparar esa columna, tenemos las esperanzas puestas en el desarrollo de estudios y la aplicación de células madre. Por último, para mí, uno de los grandes desafíos es la lucha contra el tumor cerebral maligno, específicamente contra glioblastoma multiforme, el cual ni con cirugía, ni con radioterapia, ni con quimio hemos logrado vencerlo. Yo creo que la biología molecular, será la que nos entregue soluciones.
- Usted ha ejercido una enorme influencia en la formación científica de generaciones de profesionales de la salud en la Región de Valparaíso. Más allá de lo académico, ¿cuál es la huella que ha buscado imprimir en sus becados?
- Para mí, una de las cosas importantes es que, ante todo, se formen como buenas personas; segundo, como médicos integrales; y, tercero, como especialistas. Para mí ese debiera ser el sello del médico. Un profesional de la salud nunca debe olvidar que su profesión es de servicio. Cuando tú te embarcas en un proyecto como ese, tienes que entender que es para siempre, cualquiera sea tu especialidad tú vas a ejercer una profesión que es de servicio a la comunidad, por lo que tienes la obligación de solucionar los problemas que se presenten. Yo creo que ese sello humano se complementa con el desarrollo científico. Para mí ha sido muy importante inculcarle a mis alumnos que mucho de lo que hacemos o vamos a llegar a hacer está basado en lo que son las ciencias básicas. Nosotros no estamos divorciados ni de la biología, ni de la fisiología, ni de la neurofisiología, o sea, es en las ciencias básicas donde, muchas veces, vamos a encontrar las respuestas que van a ir en directo beneficio de los pacientes, ese es otro de los sellos de esta escuela. Fíjate que de esta Escuela de Neurocirugía, que ha tenido este criterio amplio, han salido excelentes neurocirujanos que, posteriormente, se han transformado en los mejores neuroradiólogos intervencionistas que existen en Chile.
- Doctor, cuáles cree usted que son las fortalezas de las nuevas generaciones de neurocirujanos que se están formando, no sólo acá en Valparaíso sino que en todas las universidades chilenas
- Yo creo que las fortalezas están dadas por el lado del desarrollo tecnológico y científico de la especialidad. Los avances tecnológicos han llegado a gran parte de los hospitales base del país. En Valparaíso contamos con un Servicio de Imagenología que posee un scanner multicorte y un resonador de última generación, que incluye un angiógrafo tridimensional en el cual no solamente se pueden hacer estudios, sino que además procedimientos. Ha habido una voluntad política de sacar adelante esto en varios hospitales de Chile, esa es una de las fortalezas importantísimas. Otra de las fortalezas va por el lado de la formación, que ha sido siempre muy estricta, porque los neurocirujanos deben egresar de un programa que esté acreditado por instituciones pertenecientes a la comisión nacional de acreditación, por lo que se asegura el cumplimiento de ciertos estándares para que puedan funcionar como centros formadores. Yo creo que estas son fortalezas interesantes que se han ido desarrollando en el tiempo y han tenido su fruto.
Ha observado durante este proceso alguna debilidad.
- La gran debilidad es que la neurocirugía no es una especialidad que tenga posicionamiento en el pregrado. A mi juicio, debería ser incorporada a modo de visión general, orientada muy bien hacia ciertas cosas que son de necesidad como, por ejemplo, los traumatismos craneoencefálicos, traumatismos raquimedulares, patologías congénitas o accidentes vasculares que requieren apoyo quirúrgico. Hay mucha patología neuroquirúrgica que está en el AUGE, por lo que ante sospecha, un médico general debería conocer para enfrentarse a ella en un consultorio u hospital sin grandes dificultades.
- Durante estos años de servicio, ¿cuál ha sido la mayor satisfacción como médico y qué es lo que cree que aún le falta por realizar?
- Mira, yo creo que esta pregunta refleja muy bien el momento que estoy viviendo. Estoy dejando la jefatura del Servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos van Buren, con una gran satisfacción, para incorporarme de lleno, como decano, a la Universidad de Valparaíso. En estos 20 años, hemos formado excelentes neurocirujanos, yo estoy muy orgulloso de muchos que en otros centros han continuado esta idea sobre lo que debe ser la medicina y, sobre todo, esta especialidad. Ahora, yo también debo ser consciente que durante todo este tiempo he mantenido una idea muy romántica de la medicina, lo cual en los tiempos actuales no es tan bueno, porque –de alguna manera- debemos entrar a competir dentro del sistema. Consideré que era el momento de dar un paso al lado, porque hay generaciones más jóvenes que sí son capaces de mezclar parte de este romanticismo, de la responsabilidad médica, con lo que hoy es esta lucha, esta competitividad o necesidad de incluirse en el libre mercado. Para mí, lo que debe prevalecer, en el fondo, es nuestro Servicio de Neurocirugía, que es capaz de solucionar todos los problemas neuroquirúrgicos que haya aquí en la región, lo que para mí es motivo de gran orgullo y, además, va a quedar con la libertad de seguir desarrollándose en base a otras ideas más jóvenes, porque también hay que ir renovándose.
- Pero eso no significa que va a dejar de lado la medicina
- Muy por el contrario, seguiré ligado a ello desde el ámbito docente. Esa fue una de las razones por las cuales postulé al decanato de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso, cargo que el primero de marzo asumí. Acá voy a tener un espacio mayor para transmitir un poco de este romanticismo y compromiso social que no debe perder nunca la medicina. Un alumno que entra a primer año de medicina debe entrar pensando en que él va a ser un médico útil a la sociedad y que va a poder aportar mucho en lo que significa la salud pública, educación en salud y la prevención. No debe entrar pensando que especialidad va a seguir, ni cuánto va a ganar. Desde esta vereda podré seguir transmitiendo mis pensamientos.
- Por último doctor, qué le gustaría que sus colegas y amigos recordaran de su paso por el hospital
- Me gustaría que me recordaran bajo el concepto de haber sido un funcionario público –de hecho, de un hospital estatal parto a una universidad pública- que mantuvo una jefatura que permitió el desarrollo profesional de todos, sin competencias y manteniendo un buen ambiente laboral. Yo creo que esa fue mi línea en estos 20 años. Creo que, en gran parte, lo hemos conseguido, por lo que para mí es un gran logro y una tremenda satisfacción. Me voy con el sentimiento de haber hecho una buena tarea.
Por Carolina Faraldo Portus
