Dr. Raúl Erazo
Pionero de la neonatología
Por Paloma Baytelman
El doctor Raúl Erazo ha dedicado buena parte de su vida a la investigación y registro fotográfico de patologías neonatales. Actualmente, a los 83 años, posee una colección con miles de diapositivas que muestran casos relacionados con el desarrollo de la perinatología de los últimos 30 años.
El médico cuenta que sus ansias por documentar los casos clínicos se desarrollaron de manera artesanal, “como se han hecho muchas cosas en la medicina y, también, como han surgido los avances en la mayoría de los campos científicos, incluso en ámbitos tales como la computación e Internet”.
Tal como le ocurrió a muchos de sus colegas, el doctor Erazo encontró de forma azarosa la especialidad que lo acompañaría el resto de la vida. A mediados de los años ’50, cuando el profesional trabajaba en el Hospital Luis Calvo Mackenna, el médico encargado de la Maternidad “Ángel Custodio Sanhueza” -cercana al centro asistencial- fue trasladado a otra ciudad. “De la noche a la mañana me hice cargo del lugar. Aunque era pediatra, cuando llegué no tenía idea de lo que era un recién nacido, porque estaba acostumbrado a ver sólo lactantes y niños más grandes”.

- ¿De qué forma fue introduciéndose en la especialidad?
- La maternidad estaba compuesta por cuatro salas inmensas, cada una con 30 camas, y como en un primer momento no había nadie que me guiara, empecé a ver niño por niño. Es lo que en clínica se llama observar. Aunque ni siquiera sabía qué era lo que estaba viendo. Quería y tenía que saberlo todo: cómo lloraba un recién nacido, cómo se expresaba su motricidad, cómo respiraba. Y eso había que observarlo caso a caso. De ese modo me fui nutriendo de información y así comencé en la neonatología.
- ¿Era normal seguir una formación tan autodidacta?
- No, porque en todas las otras áreas los médicos del Calvo Mackenna iban con un monitor o con un ayudante de cátedra. Pero en el caso de los recién nacidos, me desempeñé solo un tiempo bastante largo, por lo que tuve que entender lo que era un neonato y las características de sus patologías. Por ejemplo, saber qué cara, qué aspecto, qué posición tiene un recién nacido que presenta una hemorragia intracraneana. Recibí la información pura, directa, sin ningún intermediario, sin mayores recursos que la observación. Lo que fue muy bueno, porque la mayoría de las veces los recursos alejan del paciente. Nadie cuestiona lo fabulosas que resultan actualmente las incubadoras, pero están rodeadas de tanto aparataje que uno casi no ve al neonato, aunque pueda saber en forma exacta parámetros sobre el oxígeno que respira, su temperatura corporal, etcétera. Antes todo era absolutamente distinto.
- Al parecer la observación directa fue para usted un método muy útil…
- Sí, porque había que mezclar la imagen observada con el criterio médico, en un escenario que me significaba alimentarme cada día de nuevos conocimientos, porque allí tenía la oportunidad de observar muchas y muy diversas patologías. Así comencé a interesarme en la perinatología, es decir desde el embarazo, pasando por la salud de las madres, hasta el nacimiento en sí, porque el recién nacido no viene al mundo por arte de magia, sino que hay muchas cosas que inciden en ese proceso.

- De hecho, usted fue un gran impulsor de los estudios perinatológicos…
- Efectivamente, con el paso de los años quise que otros pediatras se interesaran en el tema y en 1969 formé el Grupo de Estudios Perinatales (GEP). Allí participó, entre otros colegas, la doctora Mafalda Rizzardini. Hacíamos reuniones mensuales en el Hospital Calvo Mackenna, donde cada uno llevaba temas que tuvieran que ver con distintos aspectos de la especialidad. Si por ejemplo hablábamos de obstetricia, invitábamos a un obstetra. Así, ese año, se formó la rama de neonatología en la Sociedad de Pediatría y en 1970 comenzamos a trabajar en una revista de neonatología.
- ¿Cómo financiaron este proyecto?
- Se suponía que la publicación se financiaría con publicidad, pero finalmente tuve que poner plata de mi bolsillo. Tratábamos temas como estimación del estado fetal y pronóstico del embarazo prolongado, suficiencia placentaria, tratamiento del niño postmaduro, sufrimiento fetal crónico. Participaron especialistas como obstetras y diabetólogos expertos en embarazo, como la doctora Odette Veit. Así, de forma accidentada, logré mantener la publicación entre 1970 y 1975, cuando ya no tuve posibilidades de seguir financiándola.
- ¿En esa época se le daba la misma importancia que ahora a la neonatología?
- En un principio no había mucho interés, pero a mediados de los ’70 algunos médicos pusieron su atención en el tema y, en pocos años, la neonatología se transformó en un área de primera línea. Aparecieron publicaciones internacionales y el tema de los recién nacidos comenzó a ser estudiado en todo el mundo. Entonces, empezó a haber más interés por parte de la gente. Luego se formaron centros como, por ejemplo, el Servicio de Obstetricia y Perinatología del Hospital Barros Luco. Cada vez los centros asistenciales dedicados a los neonatos fueron adquiriendo más tecnología, hasta llegar a la actualidad, donde el recién nacido casi no se ve entre tantos tubos y máquinas. Pero está bien, porque este desarrollo es un progreso.

- Pero también era un gran mérito lograr todo lo que ustedes hacían, sin contar con este tipo de recursos…
- Ah, por supuesto. Nosotros no teníamos nada. Ahora cuando veo los exámenes de imagenología, hay cosas que no me habría soñado nunca. Pero como no teníamos los recursos actuales, había que desarrollar otras facultades. También uno aprovechaba los recursos propios. Cuando había que llevar a algún niño al servicio de rayos del Calvo Mackenna, una auxiliar me acompañaba y partíamos en mi auto con el oxígeno. Trabajábamos en condiciones bastante increíbles, tanto que ahora los médicos jóvenes se ríen cuando escuchan estas historias. No había ninguna de las cosas actuales, como ecografías ni menos TAC, pero así y todo conseguíamos bastante aproximación al diagnóstico. Digo aproximación porque ahora uno se acerca a la exactitud.
- En esa época se lograron grandes avances en cuanto a la mortalidad infantil…
- Estamos totalmente de acuerdo. Y eso, en gran medida, fue gracias a la disminución que significó la mortalidad neonatal.
- Entonces ¿Cuáles eran las patologías neonatales más comunes?
- Principalmente, enfermedades respiratorias producidas por hipermadurez o postmadurez. Esos eran los niños que llevábamos a tomarles radiografías al Calvo Mackenna. Cuando era posible los tratábamos con antibióticos, pero era una labor muy compleja. Otra patología que se presentaba con frecuencia, y que afortunadamente hoy ya no existe, era el Traumatismo Obstétrico. Eran traumatismos básicamente encefálicos. Se veía con mucha frecuencia que el niño que venía de nalgas - la cabeza era lo último y costaba sacarla - por lo que se producían hemorragias craneanas, daños graves y mucha mortalidad. También pasaba cuando el cráneo del niño no cabía y había que usar forceps. Ahora eso ya casi no se da, porque se recurre a la cesárea, técnica que en esa época se usaba muchísimo menos. A principios de los ’70 de los partos que se atendían en los hospitales, un cinco por ciento correspondía a cesáreas. Hoy ese número se ha elevado a un 25 por ciento en los hospitales y a un 60 por ciento en las clínicas.

- ¿Cómo surgió su inquietud por retratar las patologías que iba observando?
- Me di cuenta que todos los casos que atendía, eran información que iba alimentando mi corteza cerebral, pero eran cosas que si uno no tiene una imagen, no pueden describir, por muy elocuente que sea. Entonces desde 1969 comencé a tomar diapositivas y esta actividad no pasó inadvertida, porque al poco tiempo empezaron a invitarme a muchas partes a mostrar mis registros y dictar clases. Además, un hospital como el Calvo Mackenna es un muy buen centro para desarrollar este tipo de trabajos, porque hay una gran variedad de casos. Así seguí juntando imágenes de cientos de patologías: enfermedades respiratorias, niños con problemas de nacimiento, deficiencias, alteraciones y otros. La última foto la tomé el 2001. Estamos hablando de un trabajo que documenta más de 30 años.
- ¿Cómo describiría el espíritu que animó este trabajo?
- Ha sido un trabajo de amor a la Neonatología, de mucho esfuerzo, sin ayuda y con poco reconocimiento. Lo que sí resultó muy bonito, fue cuando el 2000 me invitaron a la reunión clínica del Calvo Mackenna a mostrar las fotos. Había colegas de mi generación y otros más jóvenes. Allí hablé de mi experiencia en neonatología y de temas tales como piel del recién nacido; traumatismo obstétrico con madurez; cirugías; alteraciones susceptibles de corrección quirúrgica; infecciones bacterianas y defecto congénito abdominal, todo lo cual estaba documentado con imágenes.

- ¿Qué fue lo que despertó mayor interés en sus colegas?
- La dermatología neonatal. Porque la piel de los recién nacidos habla. Después hice más clases de ese tema y de inducciones postnatales, malformaciones pulmonares y hernia diafragmática. Esta última patología se observa muy bien a través de una radiografía de tórax. Allí se ve que el corazón está a la derecha, porque el hemitórax izquierdo está lleno de asas intestinales que han ascendido del abdomen. Recuerdo que cuando recién estaba comenzando en el área de la neonatología me tocó diagnosticar la enfermedad con el estetoscopio. Ausculté a un niño y me di cuenta que tenía el corazón al revés, eso podía ser algo relativamente común, pero mirándolo detenidamente vi que respiraba con dificultad. Entonces supuse que había algo más y confirmé el diagnóstico con una radiografía. Luego hubo más casos. Es una patología que si se diagnostica oportunamente tiene una solución quirúrgica que no es difícil.
- ¿Este diagnóstico tuvo algún significado especial en su carrera?
- Sí, porque no era algo que se detectara tan tempranamente y, cuando por fin se descubría, el pronóstico no era muy bueno para los niños. Lo curioso fue que cuando di a conocer esta experiencia, comenzaron a aparecer casos en todas partes en Santiago. Hasta entonces muchos colegas desconocían esta posibilidad de diagnóstico, por lo que suponían que sólo se trataba de que el corazón estaba al otro lado, no realizaban la radiografía y los niños morían. En parte esto comenzó a cambiar a partir de mi experiencia, pues con el diagnóstico correcto la mejoría era rápida y fácil.

El doctor Raúl Erazo nació en 1919 en San Felipe y a los 13 años ingresó al Internado Nacional Barros Arana. Posteriormente estudió Medicina en la Universidad de Chile. El médico tiene tres hijos: Viviana, Raúl y Ricardo. Este último es neurólogo infantil del Hospital Luis Calvo Mackenna.
