Evidencia médica y biológica del cambio horario
Las adaptaciones que las personas deben realizar tienen efectos perjudiciales en la salud e inciden negativamente en el déficit de sueño, sobre todo al implementarse el huso de verano.
Cada seis meses, cerca del 15% de la población mundial tiene que adelantar o atrasar su reloj una hora y con cada variación reaparece la controversia sobre los beneficios y perjuicios de esta medida.
“Ojalá que este sea el último cambio que hagamos y lleguemos al horario que realmente nos corresponde que sería el de Perú, es decir, dos horas menos que Chile”, afirma el neurobiólogo John Ewer, investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencias de la Universidad de Valparaíso (CINV) y referente en el área del estudio de los relojes biológicos.
Insistir en que las personas tengan dos husos horarios en el año “es fisiológicamente incorrecto, porque el cuerpo humano está ‘estructurado’ para utilizar su propio despertador biológico y no los que, diariamente, se utilizan en todos los hogares”.
Los relojes biológicos, al ser endógenos, funcionan solos y su fase es regulada, principalmente, por el sol que es la fuente de luz más potente a la cual se está expuesto. “En el caso de los humanos, el día para nuestro cuerpo comienza cuando se levanta el sol. Si te despiertas antes que eso ocurra terminas con un déficit crónico de sueño, que afecta la salud y el desempeño”, explica Ewer.
El cambio de hora que se acaba de implementar “en realidad es muy bueno, porque vamos a poder dormir una hora más”. La evidencia plantea que “debemos poner fin a los cambios de hora y elegir el huso correcto acorde con nuestra ubicación en el planeta, en el cual el sol se levanta, más o menos, a la hora en que la población debe iniciar un día laboral, sustentado con argumentos biológicos y médicos.
En nuestro caso, “el llamado horario de invierno sería el más idóneo para alcanzar ese objetivo. Así se reduciría el efecto agudo en el jetlag social, que se genera por el diferencial entre la hora en que la persona despierta con la ayuda de un despertador y aquella en que lo haría naturalmente”.

Neurobiólogo John Ewer