

GUÍAS DE PRÁCTICA CLÍNICA EN PEDIATRÍA
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Capacidades del paciente para tomar decisiones
Para ejercer la autonomía se requiere contar con ciertas habilidades para poder tomar deci-
siones que de ninguna manera son todo o nada. Estas son relativas a varios aspectos que habrá
que considerar en cada situación. Aunque habitualmente existe coincidencia entre lo que estima
beneficioso el médico y el paciente, ocasionalmente se produce una colisión entre ambas op-
ciones, lo que hace necesario en primer lugar investigar el grado de competencia que tiene el
enfermo cuando se trata particularmente de opciones que son claramente beneficiosas para su
salud y cuáles son los fundamentos en que basa su decisión. Las bases sobre las que se decide
son de importancia a considerar cuando son de índole religiosa o valórica en que debieran ser
respetadas desde el punto de vista ético, aunque no sean compartidos por el médico. En algunos
casos es recomendable solicitar el apoyo de expertos para evaluar las capacidades mentales del
enfermo y la opinión del Comité de Ética Asistencial. Si se sospecha que el paciente no cuenta
con las capacidades para decidir libremente, aunque haya aceptado lo que se le propuso, también
debe considerarse la necesidad de evaluar sus reales competencias para eventualmente considerar
la necesidad de que lo represente un tercero. Cuando el paciente es un menor de edad y, por
lo tanto, no completamente autónomo para tomar decisiones respecto a su salud también debe
procurarse darle la oportunidad para participar de las decisiones, considerando su nivel de de-
sarrollo y la gravedad de las consecuencias de la decisión. En aquellos casos en que el desarrollo
del niño claramente no le permite participar en las decisiones este derecho recae en los padres
ya que ellos desean lo mejor para sus hijos y además, son ellos los que van a tener que velar por
su desarrollo posterior.
Edad del niño y el derecho para decidir en el área de la salud
La evaluación de la competencia del menor de edad para tomar decisiones debe considerar el
nivel de racionalidad que ha logrado adquirir. Esta condición, netamente kantiana en su formu-
lación originaria, ha sido enriquecida por ulteriores desarrollos relativos a las posibilidades de la
acción racional, en la medida en que va precedida de un proceso de singularización de los deseos
o preferencias, seguido de otro proceso de jerarquización de las mismas, para decidir posterior-
mente. Esta compleja tarea que cada sujeto realiza comprometiendo su capacidad de reflexión
comporta evaluar, calibrar, sopesar y finalmente asignar un orden de prioridades; orden que, a
su vez, responderá a pautas que revelan la disposición moral y emocional del sujeto. Este proceso
que implica necesariamente la psicología del agente racional, se complementa con otra condición
también central, que es la
independencia
.
Mientras que la racionalidad hace referencia a una condición estrictamente subjetiva, exclusi-
vamente interna del sujeto, la independencia se mueve en un terreno dual. Por un lado, también
la independencia es una condición interna en la medida en que se refiere a la aptitud del sujeto
para distanciarse de influjos ajenos, de condicionamientos externos, de deseos y preferencias
que no son las suyas. Esto no quiere decir que las preferencias no puedan configurarse fuera
del sujeto sino que para considerarlas propias las tiene que haber querido y escogido para sí. La
independencia es en este sentido la aptitud para decidir por uno mismo, para no dejar en manos
de otras personas elecciones relevantes. Por otro lado, la independencia tiene un aspecto externo
en la medida en que nos habla de la posición que el paciente ocupa respecto de su entorno y
del tipo de relación que tiene con las personas con las que interacciona. Es decir, este segundo
sentido de independencia toma en cuenta el
contexto
y las
relaciones
, el trasfondo de significado
del que se nutre la capacidad emocional, cognitiva y conductual de la persona. En este sentido,
se hace necesario recordar que numerosos aspectos de la vida del paciente vienen condicionados
por circunstancias que no están sujetas a decisión ni a revisión personal. Dichas circunstancias van
acompañadas de “significados sociales” sobre los que en algunos casos no resulta fácil intervenir.
Todo esto debe ser tomado en cuenta para evaluar la verdadera extensión de la independencia
y del campo de decisión del enfermo. En otras palabras, la condición de independencia debe
plantearse incluyendo, en primer lugar, la capacidad del paciente para reflexionar sobre sí mismo,
el entorno y las otras personas. En segundo lugar, dicha capacidad debe unirse a la aptitud para