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El niño con síndrome de Down

Katherine Rossel C.

CAPÍTULO 19

El síndrome de Down debe su nombre a Sir John Langdon Down quien en 1959 asoció una

serie de rasgos fenotípicos con el retraso mental; años más tarde Jerome Lejeune determinó que

la causa de éste era el desbalance genético que producía tres copias del cromosoma 21 y de allí

en adelante esta patología se conoció como trisomía 21. La forma más frecuente de presentación

es la no disyunción cromosómica (95%), en una mínima expresión la traslocación (4%) y final-

mente el mosaicismo (1%). La frecuencia de aparición se relaciona con variados factores, donde

la edad de los padres (especialmente la madre) tiene una asociación directamente proporcional.

La incidencia del síndrome varía según el país y las políticas gubernamentales que permiten o

penalizan el aborto. En la última década el HCSBA registró una tasa 1:450 a 1:300 RN vivos con

trisomía 21, cifras superiores a lo reportado años atrás a nivel nacional (1:650 RN vivos). En res-

puesta a esta realidad hace más de quince años que la Unidad de Neonatología del HCSBA puso

en marcha un protocolo de vigilancia y supervisión de salud de los recién nacidos con síndrome

de Down, estrategia que posteriormente se extendió al equipo de pediatría del hospital y que hoy

está contenido en el Programa de Apoyo a Niños y Adolescentes con Necesidades Especiales de

Atención en Salud (NANEAS).

El niño/a portador de trisomía 21 requiere de un equipo de salud informado y coordinado

que permita no solo la contención y educación de los padres sino la supervisión en salud en todas

las etapas de su desarrollo. La modalidad de intervención (empática y resiliente) que el equipo de

salud realice con los padres, así como el momento en que ésta se ejecute (oportunidad), influirá

en los padres positiva o negativamente. La conducta que ellos adopten a lo largo de la infancia

será la herramienta fundamental para potenciar el desarrollo físico y cognitivo de sus hijos, pre-

parándolos así para una vida adulta saludable y autónoma.

Diagnóstico antenatal

La sospecha y posterior confirmación del diagnóstico (en sangre de cordón o líquido amnió-

tico) dependerá de la oportunidad de supervisar e identificar embarazos de riesgo. Estas técnicas

junto a la ecografía antenatal permiten una mejor aproximación de las necesidades del bebé al

momento del parto (caso de malformaciones cardíacas o digestivas graves) dando tiempo a los

padres para asimilar el diagnóstico y recibir apoyo psicológico para asimilar el duelo por la pérdida

del hijo soñado. Lamentablemente en nuestro medio, por oportunidad y recursos solo contamos

con diagnóstico antenatal en menos del 20% de casos.

Período neonatal

El momento del parto es un período crítico para los padres, más aún cuando el diagnóstico

de síndrome de Down no ha sido anticipado. Con la finalidad de no interferir en el proceso de

apego del recién nacido y sus padres, se recomienda al equipo de salud que antes de informar

del diagnóstico si las condiciones de salud así lo permiten, se les permita un breve período de

reconocimiento y contacto inicial con su bebé. Ello es factible cada vez con mayor frecuencia dado

que los padres presencian el nacimiento de su hijo/a. Ello facilitará el inicio del proceso de vincu-

lación, herramienta de la cual posteriormente dependerá todo su futuro. Por protocolo neonatal,

todo niño con sospecha de trisomía 21 debe ser hospitalizado para realizar el estudio inicial, pero

si las condiciones de salud lo permiten, el niño puede permanecer en alojamiento conjunto con

su madre y completar la batería de estudio básico sin separarse de ella. Si se detecta patología

(hipoglicemia, poliglobulia, presencia de soplo/cianosis, hipotermia, malformación anorectal, etc.)

se procederá con la hospitalización en la unidad neonatal. La supervisión de salud contempla la