98 Martín Rivas. Admiré mucho a mi hermano dos años mayor y, en buena medida, siempre intenté imitarlo en cosas y conductas. Una de ellas, la lectura. En su colegio lo hacían leer y las obras que empezaba eran observadas curiosamente por mí, antes de iniciarlas. Así conocí la novela de Alberto Blest Gana, novelista y diplomático chileno, que me enseñó mucho sobre la vida y valores del siglo XIX, al inicio de la época independiente del país. Martín Rivas cuenta una historia de amor en una familia adinerada y afrancesada. Publicada en 1862, la amena novela transcurre en el Santiago de 1850 y, buena parte, en un sector elegante y aristocrático: el actual Barrio Dieciocho. En la historia se mezclan, de muy buena manera, el amor, la política, el clasismo (con afrancesamiento y siutiquería), las buenas intenciones, amistad, generosidad, soberbia, orgullo, vanidad y muchas otras emociones. Varios personajes pertenecen a la clase adinerada; mientras otros son arribistas y “de medio pelo”. En el desarrollo del argumento se ven tensiones políticas de 1851, amén de tensiones de amor, junto a honestidad y maniobras de influencia política, económica y social. Alberto Francisco Javier Blest Gana, nació en Santiago en 1830 y se le estima el creador de la novela chilena. Sus antepasados eran vascos e irlandeses y perteneció a la clase alta gobernante de su época. Otras novelas suyas famosas fueron “El ideal de un Calavera”, “Durante la Reconquista” y “El Loco Estero”. Novelista y diplomático llegó a trabajar con el historiador Diego Barros Arana. Murió en Paris a los 90 años, edad muy avanzada para los cánones de su época. La familia fue muy conocida y respetada; su padre -Guillermo Blest- fue un irlandés médico a comienzos del slglo XIX; su hermano Guillermo, escritor y poeta. La carrera literaria de Blest Gana se relacionó con contemporáneos muy influyentes y activos, como “sen” (Friederichsen) y en lenguas de oriente medio, esa partícula del lenguaje pasa a ser “ben”. Coré ben Izhar (Coré, hijo de Izhar) es un personaje bíblico, que conspiró contra Moisés y Aarón, pero también uso el pseudónimo de Coré (a secas), un dibujante que trabajó y alegró corazones con su trabajo en “El Peneca”. Nunca he sabido porqué Mario Silva Ossa, nacido en San Fernando el año 1913 y que vivió solo 47 años, usó ese pseudónimo. Su abuelo fue un rico -y por momentos arruinado- minero del norte de Chile, a quien se atribuye la fundación de Antofagasta: José Santos Ossa Vega y fue hermana suya la conocida escritora y poeta chilena María Silva Ossa. Coré abandonó sus estudios de arquitectura para trabajar con su tía, la gran “Roxane”, directora de la revista mencionada. Sus dibujos fueron conocidos y queridos en Sudamérica en las ilustraciones de seriales como “Quintín, el aventurero” y obras de Salgari, Julio Verne, Robert Louis Stevenson y Oscar Wilde; así como en el Silabario Hispanoamericano, ya mencionado. Gracias a esta revista supe que existían muchas cosas, lugares, personas, personajes… Por ejemplo, supe de la existencia de Emilio Carlo Giuseppe Maria Salgari, un italiano que entro en las mentes infantiles y, gracias a sus historias, se ampliaron un poco más mi vocabulario e imaginario. Aprendí, por ejemplo, lo que eran los tigres de la Malasia y un sampán, junto a Sandokán, héroe de Salgari. Sampán . LOS TRES QUE ME MARCARON AL INICIO. Cuando partió este capítulo sentí que recordaba, rápido, tres libros que no eran mi silabario y que, con seguridad, he recordado siempre. Esta circunstancia me alegró con añoranzas e ideas del tiempo ido. Pocos días después tenía la cabeza llena de títulos de otros libros. Ahora sé que todos los que he leído me han influido en todo, actos, valores, imaginario, diálogo... No son tres: son incontables. Iniciemos el recuerdo de algunos de ellos con cuatro: Martín Rivas, El Principito, Cien Años de Soledad y Gran Señor y Rajadiablos.
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