Ráfagas de Cultura y Arte

87 tapices por doquier y suntuosos mobiliarios, bajo estrictas medidas de seguridad a cargo de sirvientas y eunucos. El Ama que tenía la misión de comprar una princesa para el harén, me condujo en la ciudad amurallada por calles empedradas hasta una especie de templo con un baño turco donde me vi obligada, amable y discretamente, a despojarme de mis vestimentas, y compartir con hermosas jóvenes el placer de vapores y aguas perfumadas, con diferentes temperaturas en un clima de saludable relajación y camaradería. Ninguna de las bañistas cumplió las expectativas del Ama, y fuimos a un palacio fortificado donde funciona un mercado de telas, joyas, piedras preciosas, exóticas cerámicas y artesanías. Escoltadas por guardias fuimos conducidas hasta un misterioso sector, donde se comercian esclavos de variadas latitudes. En otro extremo del palaciomercado, luego de recorrer pasillos laberínticos, contactamos con un anciano ataviado con un traje circasiano, que vendía una doncella emparentada con un famoso guerrero del asia central. Su desnudez revelaba una sensual belleza, y el color de su piel, sus ojos y sus cabellos de miel confirmaban su procedencia del Cáucaso. El mercader permitió al Ama revisar la dentadura perfecta de la joven, su virginidad certificada y dos marcas casi invisibles que aseguraban protección contra futuras pestes que pudieran dejar cicatrices en su rostro o en su escultural cuerpo. Luego de regatear el precio según las normas acostumbradas, la transacción se cerró en cien monedas de oro y el anciano se retiró con una ceremonial reverencia. Como si despertara de un sueño, la adolescente se cubrió con una elegante túnica de seda, besó las manos, y entre sollozos y lágrimas se postró a los pies del Ama con gestos de inmensa gratitud. Me asombra la aceptación sumisa de las mujeres oprimidas y los derechos femeninos conculcados a cada paso, en contraste con la aparente conformidad, apuntando a que la fuerza de la tradición, la rigidez de las enseñanzas, las costumbres ancestrales y el desconocimiento de otras formas de relación, sostienen el sistema imperante, tan alejado de nuestra lucha reivindicativa de género. Adiós mi querida Anne. Recuérdeme siempre, tenga por seguro que yo jamás la olvido, Lady Mary

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