Ráfagas de Cultura y Arte

84 Es tiempo de abrir las puertas, de invitar a los niños a salir, de dejar que la naturaleza haga su trabajo. Porque, al final del día, no estamos solo hablando de bienestar infantil, estamos hablando de la supervivencia de nuestra humanidad en armonía con la tierra. En Japón, los baños de bosque o Shinrin-yoku han sido integrados en programas terapéuticos para niños con trastornos de atención y autismo. Los médicos han comenzado a prescribir caminatas bajo los árboles, exposiciones a sonidos naturales, juegos en la tierra, como un remedio para las heridas invisibles que deja la desconexión con la naturaleza. En los Países Bajos, las escuelas verdes han reinventado el modelo de educación infantil. Allí, los patios de cemento han sido reemplazados por jardines vivos, por espacios donde los niños pueden correr, trepar y aprender con el cuerpo entero. Estudios han demostrado que los niños que asisten a estas escuelas tienen un mejor desempeño académico y mayores niveles de bienestar emocional. En Murcia, España, la prescripción médica de naturaleza ha dado un paso más allá. Los médicos han comenzado a georreferenciar parques y reservas naturales cercanas a los centros de salud para que cada niño reciba una indicación precisa de a dónde ir. Porque no basta con decirle a una familia “salga al aire libre”, hay que guiarles, hay que devolverles la capacidad de encontrar la naturaleza en sus propias ciudades. El Llamado a los Profesionales de la Salud: PRESCRIBIR BOSQUECINA No podemos seguir observando desde la distancia cómo la infancia se encapsula en entornos cerrados, cómo la conexión con la naturaleza se convierte en un lujo y no en un derecho. Debemos actuar. Debemos prescribir bosquecina en dosis altas, con la misma rigurosidad con la que indicamos vitaminas o tratamientos médicos. Debemos devolver a la infancia el derecho de correr bajo la lluvia, de escalar montañas, de jugar sin un objetivo más que el placer de jugar. Prescribir naturaleza no es una sugerencia, es una necesidad médica. Así como cuidamos de la nutrición de los niños, debemos cuidar de su relación con la tierra. Debemos aprender de otras disciplinas, de la ecología, de la botánica, de la salud ambiental. Porque la salud infantil no solo se mide en cifras de crecimiento, sino en el brillo de una mirada que ha visto el amanecer en el bosque, en la risa de un niño que ha sentido la arena en sus manos, en el corazón de quienes saben que la verdadera medicina también puede encontrarse en la sombra de un árbol. Recuperemos una infancia verde, libre, saludable. BIBLIOGRAFÍA

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