83 Recuerdos de una Infancia Natural. Y llegábamos a casa corriendo, dejando tras de nosotros una estela de colegio, viajes, amigos, deberes y amores juveniles. Era un torbellino de vivencias que se desvanecía al cruzar el umbral. Nos cambiábamos el uniforme escolar por nuestra "ropa de calle", ese atuendo que marcaba el comienzo de una nueva jornada, no en las aulas, sino en nuestro verdadero mundo. Tras una reconfortante comida preparada por mamá, salíamos al encuentro de nuestras aventuras. Subíamos a nuestras bicicletas, transformándonos en héroes de mil historias. Éramos policías, vaqueros o superhéroes cabalgando sobre ruedas, listos para salvar el mundo, o simplemente para jugar. Bajábamos a la quebrada, perdiéndonos entre arbustos, lagartijas, chinitas y palotes. El mundo natural era nuestro patio de juegos, un espacio donde la imaginación florecía sin límites y donde cada rincón guardaba un nuevo descubrimiento. Las tardes se deslizaban entre risas, susurros del viento y la calidez del sol. Éramos amigos de la tierra, del agua de los riachuelos y de los árboles que nos daban sombra. El olor a pasto y a bosque se impregnaba en nuestras ropas, mientras el polvo y el barro nos transformaban en exploradores de otro mundo. Felices y exhaustos, regresábamos al final del día, cargando pequeños recuerdos de una jornada gloriosa. La Desconexión de la Infancia Moderna y el Déficit de Naturaleza. Pero los años pasaron y, sin darnos cuenta, la infancia se transformó en algo distinto. Los días de bicicleta y aventuras dieron paso a pantallas brillantes, a juegos sin movimiento, a patios vacíos. Las risas en los árboles fueron silenciadas por el zumbido de los aparatos electrónicos. Poco a poco, la naturaleza fue quedando atrás, como una postal de otros tiempos, como un recuerdo polvoriento en las memorias de quienes fuimos niños de otra época. La ciencia ha puesto en evidencia lo que nuestros corazones ya sabían: la ausencia de naturaleza duele. La desconexión con el mundo natural ha traído consigo una serie de problemas que han afectado el desarrollo de la infancia. Los niños de hoy son más sedentarios, más ansiosos, menos creativos. La infancia se ha reducido a un espacio delimitado por paredes y pantallas, sin la libertad de explorar, sin la posibilidad de ensuciarse de tierra y de vida. Richard Louv, en su obra “Last Child in the Woods” (2005), lo llamó “Trastorno por Déficit de Naturaleza”, condición no médica, pero profundamente real, que refleja el impacto negativo que tiene la falta de contacto con el entorno natural en el bienestar físico y emocional de los niños. Como un bosque que se marchita sin agua, la infancia moderna sufre de la ausencia de aire fresco, de árboles, de tierra bajo los pies. La Ciencia de la Naturaleza: Entre Árboles y Neuronas. La ciencia ha comenzado a descifrar el lenguaje de la naturaleza en el cerebro infantil. Estudios recientes han demostrado que el simple hecho de estar al aire libre tiene un impacto profundo en la mente de los niños. No es solo una sensación de bienestar: es química, es biología, es desarrollo. Investigaciones del Centro de Neurociencia Ambiental han revelado que los niños que crecen rodeados de naturaleza tienen una mayor capacidad de concentración, un mejor control de sus emociones y una memoria más robusta. Sus cerebros parecen estar sintonizados con un ritmo más natural, menos alterado por el estrés y la ansiedad. BOSQUECINA: LA NATURALEZA COMO REFUGIO Y MEDICINA PARA LA INFANCIA Claudio Cisterna Santana
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