62 de los jesuitas, en 1767, la labor misionera quedó a cargo de los franciscanos; sin embargo, la construcción de templos siguió manteniendo los modelos iniciales y se creó una tradición arquitectónica mantenida a lo largo de tres siglos, llamada Escuela chilota de arquitectura religiosa en madera. Esta tradición evolucionó a través de los años, pasando de un estilo inicial muy adornado a otro, a mediados del siglo XIX, mucho más sobrio, que poseen cierta semejanza con el barroco y el neoclásico europeo. A esta escuela pertenecen entre 60 y 150 de las más de 400 iglesias repartidas por el archipiélago. Algunas, como la de Quilquico, no han resistido el paso del tiempo y han caído o han debido ser demolidas, pero otras se han mantenido en pie por casi 300 años y son algunas de las construcciones en madera más antiguas que quedan en pie en el planeta. La necesidad de preservarlas hizo que 16 de ellas fueran declaradas Monumento Nacional y que, en 1993, la Fundación Cultural Amigos de las Iglesias de Chiloé los postulara como candidatos a Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Fueron declaradas como tales 14 de ellas el año 2000, extendiéndose la inscripción a los 2 restantes (Chelín y Caguach), al año siguiente. ESTRUCTURA. Las iglesias chilotas siguen una estructura básica común con variaciones menores, según la zona geográfica o la época de construcción. El edificio tiene forma rectangular con techo a dos aguas y, ocasionalmente, a tres. La fachada, usualmente, está en el lado este y frente a ella hay una explanada para las procesiones. En los lugares de mayor población esta explanada ha pasado a ser la plaza del pueblo. La fachada consta de un pórtico adornado con arcos falsos y una torre con campanario en la parte superior. El número usual de arcos es cinco, pero algunas iglesias no los tienen y otras tienen siete o nueve. Entre el pórtico y las puertas hay un espacio para guarecerse de la lluvia. La torre suele ser de forma octogonal, de dos o tres cuerpos y en algunos casos posee un ábside. (es la parte de la iglesia situada en la cabecera o testero, que acoge la mesa de altar. Generalmente tiene planta semicircular, pero puede ser también poligonal) El interior está formado por tres naves, separadas por corridas de pilares. Sobre el pórtico hay un espacio para el coro. Usualmente, la nave central tiene el techo cóncavo, a semejanza del fondo de un bote. Algunas de las iglesias conservan el púlpito. (es la plataforma elevada en las iglesias desde la que se predica) La madera usada para construir estas iglesias proviene del bosque chilote o de los bosques de la provincia de Palena. Las vigas, los pilares y la madera de revestimiento interno son de maderas duras y resistentes a la humedad, como las del ciprés, el coigüe o el mañío (maderas nativas del sur de Chile). Para unir las porciones más grandes se usaron tarugos de madera de luma (dura, pesada y resistente); sin embargo, no es cierta la creencia difundida en el resto de Chile de que las iglesias chilotas no contienen clavos en su construcción pues todas los tienen en sus pisos y en su revestimiento exterior. En el exterior predominan los revestimientos de tejuelas de alerce (liviana, duradera, imputrescible), aunque también se usaron tablas machihembradas en los costados y láminas de zinc en los techos. Ademásdesudiseñoarquitectónicobásico(fachada de torre, planta basilical y techo abovedado), estas dieciséis iglesias son significativas por su material de construcción, sus sistemas constructivos y la maestría demostrada por los carpinteros chilotes, así como por su decoración interior, en particular los colores tradicionales y las imágenes religiosas. Estas iglesias se distinguen por una tradición indígena de construcción en madera, fuertemente influenciada por las técnicas de construcción de barcos, como lo demuestran las formas y las uniones de las estructuras de la torre y el techo. Su orientación y ubicación es deliberada: construidas de acuerdo con las exigencias del mar, fueron dispuestas en colinas para ser vistas por los navegantes y para evitar inundaciones. Sus explanadas asociadas siguen siendo componentes importantes: encarnan la comunicación con el mar; son escenarios de festividades religiosas; e incluso aquellas que se han transformado en plazas formales aún evocan la llegada de los misioneros durante su misión itinerante. Las prácticas devocionales y comunitarias, las festividades religiosas y las actividades grupales de apoyo como la minga (trabajo comunitario no remunerado) son componentes clave de los valores intangibles de la relación entre las comunidades y las iglesias. También es importante su subsuelo, que algún día podrá revelar información sobre la relación entre las ubicaciones de las iglesias y los sitios rituales indígenas prehispánicos. “Sin su legión de figuras instalada en los altares y retablos, las iglesias chilotas no serían lo que son”, afirma el investigador Isidoro Vásquez de Acuña. Los santos, vírgenes y arcángeles eran tallados por “santeros” y custodiados por los patronos de cada templo. Así nació la Escuela Chilota de Imaginería que utilizaba maderas nativas como ciprés, ciruelillo
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