Ráfagas de Cultura y Arte

31 y sufrimiento a sus súbditos. El derecho de pernada consistía en que los señores tenían derecho a tener sexo con la novia virgen, antes que el futuro marido, la noche de bodas y se reconoció y cumplió, por largos períodos, en muchos otros lugares del mundo. Aún en zonas de América del Sur, muchos siglos después. Todo ello originó que su pueblo se quejara a los dioses y pidiera ayuda. El pueblo fue escuchado y, a raíz de ello, el dios Anu, padre de los dioses, llamó a la diosa Aruru, madre del rey y le pidió que creara un individuo par del rey, un similar al soberano hijo de ella. Aruru, entonces, creó una criatura semi bestia, para hacerla luchar contra Gilgamesh. Con arcilla, formó a Enkidu, guerrero y fiero; aunque incivilizado... Enkidu entra en la epopeya. Este personaje, salvaje y primitivo, empezó a vivir en una especie de selva, cuidando y viviendo con animales; venados y antílopes. Shamhat, sacerdotisa de Ishtar (Astarté) lo sedujo y civilizó usando el sexo. Tras siete días y seis noches de relación sexual, consiguió hacerlo su subordinado. Entonces, Enkidu se separó de los animales y los animales de separaron de él, que aprendió a entender el habla de ella. Shamhat, la sacerdotisa, se mantuvo a su lado, le enseñó a relacionarse con humanos, a comer y beber con ellos, le habló de Gilgamesh y cuando lo consideró maduro para viajar a Uruk y luchar, de igual a igual con el rey, lo hizo invitar a un matrimonio, donde llegaría el monarca a usar su derecho de pernada. Enkidu supo de los abusos del rey, de su derecho de pernada, y lo odió y deseó desafiarlo. Gilgamesh, mientras tanto, soñó que alguien vendría y lucharía con él, alguien a quien besaría también como a una mujer. Alguien como una piedra. Al continuar la historia los dos poderosos coincidieron y se produjo una pelea enorme entre ambos. Fue empate y, durante ella, ambos pasaron de enemigos a grandes amigos, muy cercanos, inseparables, caminando de la mano. Emprendieron aventuras juntos, luchando contra Umbaba, personaje poderoso en la epopeya, en un bosque de cedros cargando armas que otros no podrían y compartiendo nuevas empresas que la epopeya va contando. Enkidu interpretaba positivamente los sueños de su amigo, el rey, quien, sintiéndose apoyado, consigue matar a Umbaba No es bueno meterse en la vida ajena. Entre el odio y el amor. Aún ahora, siglo XXI, cuando se quiere dar imagen de persona sabia y respetuosa se dice que no hay que meterse en la vida ajena; aunque del dicho al hecho, hay mucho trecho. Como quiera que sea, hay fuentes que dicen que Gilgamesh y Enkidu fueron amigos entrañables y que el rey lo incorporó a su familia, como su hermano. Otras fuentes, en cambio, acentúan en sus relatos palabras y acciones entre los protagonistas principales que muestran una relación con amor y sexo, usando palabras como matrimonio, caricias de esposo a esposa y viceversa. La curiosidad e intrusión humanas se avivan al imaginar una relación así. Nunca se sabrá exactamente como se relacionaron los protagonistas de esta epopeya, escrita en tablas incompletas de arcilla con escritura cuneiforme. Lo que si queda claro es que los dos personajes centrales pasaron de una fase de odio, agresión y lucha a otra, totalmente opuesta, donde reinaban el apoyo mutuo y la mutua dependencia, las ganas de estar juntos y cuidar al otro, calmando sus angustias, acogiendo sus ideas y sugerencias y sufriendo cuando al otro algo le salía mal. Este elemento copuchento de la historia se hace también sentir cuando se relata el amor y la pasión que la diosa Ishtar (o Inanna) sintió por Gilgamesh; cuando este regresó a Uruk, bañado y vestido como monarca. Su sentimiento la llevó a proponer matrimonio al rey semidiós. Esta parte del relato muestra que -al escribirse la epopeya- ya existía el matrimonio en el panteón de Uruk y que, si los dioses son imitados o constituyen ejemplo para los humanos, los habitantes de esa zona ya se casaban. La epopeya dice que Gilgamesh rechazó la propuesta de la diosa debido al mal prestigio de ella, conocida por insaciable e infiel, incluso cruel, en anteriores relaciones amorosas. Otras fuentes sugieren que Gilgamesh no aceptó la oferta por amar a Enkidu y no querer alejarse de él. La consecuencia de ello fue la rabia y odio de la diosa Ishtar (o Inanna), desdeñada. Esta diosa sería la misma que, con variaciones y nombres diversos se llamaría Inanna en Sumeria, Anahit en Armenia (Urartu) o Astarté (Asera) en Canaán, Fenicia y en las religiones abrahámicas.

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