Ráfagas de Cultura y Arte

122 chilena y en inglés. Después llegaríamos a ser “Los Gueñis”, conjunto músical, poco exitoso y de vida corta. En realidad, éramos muy especiales: guitarristas y cantantes, bromistas, con afanes culturales, a veces, compositores. En esa lancha amarilla, que viene doblando por la puntilla. La geografía del lugar era muy interesante: islas, islotes, playas por doquier. Y nunca hubo una lancha amarilla y nada doblaba por alguna puntilla. Pero los de medicina, al regreso a la capital recordábamos el lejano y hermoso lugar, seguimos juntándonos y tocando guitarra. Los Güeñis. Así nos pusimos. Se acercaba un festival de la canción en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Quisimos participar y, para ello, compuse una canción tipo música chilota. La letra empezaba con “En esa lancha amarilla…”. Era un recuerdo de la salida de Voigue el día que iniciamos el regreso. Añoranza inolvidable. En el festival, pudimos ver y oír a cantantes juveniles de prestigio. Algunos de ellos fueron, después, muy conocidos. Nosotros no ganamos nada y el único premio fue oír y ver de cerca a gente que cantaba o componía bien. La amistad de los güeñis perduró después del verano, por años. El Pancho tocaba muy bien su guitarra y su pieza favorita, que exigía destreza, nos gustaba a todos: “La Playa”. Ese tipo, el Pancho, siempre se ha esforzado por trabajar bien y hacer crecer su medio laboral, su servicio. Siempre ha sido querido y respetado. Su inteligencia lo llevó a jefaturas y, desde ahí, a difundir conocimientos de su área, por su alma aportadora. Gabriel, compañero de curso de Pancho, era González y nos recordaba el nombre de un presidente que había tenido el país. Rafael era el que más reía y, si lo hubiese conocido mi abuela, habría dicho que era “livianito de sangre”. Se enamoró y casó con una doctora hermosa. Tal vez el lector piense que solo estoy viendo y escribiendo sobre las virtudes de este grupo de la carrera de la salud… Pero nunca visualicé en ellos maldad ni errores destacables. Creo que participaban en el trabajo de verano por tener corazones generosos, lo que fue evidente en su trabajo posterior. Contactos, cerchas, pilares. Los que estudiaban arquitectura y pedagogía debían construir (o dejar avanzada) la posta del lugar. Ahí aprendí que era una cercha. En la isla no había un pueblo o ciudad y eran solo casas dispersas… una iglesia y una escuela; que durante el verano fue nuestra casa. Lucho, de ingeniería, miraba unos planos, se discurría en grupo y se levantaban y enterraban palos que sujetarían la posta… Los demás mirábamos con respeto ese proceso. Poco a poco se levantaron pilares, y paredes de madera, y si… fue surgiendo un pequeño grupo de habitaciones…. Mucho después, durante la pandemia de COVID 19, se puso la primera piedra de la posta nueva que se construiría. El discurso de las autoridades de ese momento, anunciando la nueva posta, decía que la que estaba en servicio databa de 50 años. Esa parte del discurso calzaba cronológicamente con mis recuerdos. Sector del archipiélago de Chiloé Voigue. También está en la comuna de Quemchi, en un conjunto de islas con casas distantes unas de otras. Entiendo que en la época de la inteligencia artificial del siglo XXI, ese lugar hermoso, donde todo era limpio, hermoso, ya fuese con lluvia o solo, está casi deshabitado. Aquel verano no era una

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