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10 Abril 2017

Von Graefe: oftalmólogo, genio y rebelde

En marzo se conmemoró el Mes del Glaucoma, patología que sigue siendo un problema sin solución para la ciencia. Aquí, una mirada diferente de la enfermedad y parte de la historia de su primer enemigo.

El Moorfields Eye Hospital fue el primer establecimiento de salud dedicado exclusivamente a las enfermedades oculares. Situado en Londres, Inglaterra, fue inaugurado en 1804 y actualmente es el centro más grande y antiguo para el tratamiento oftálmico, la enseñanza y la investigación en Europa en este campo de la medicina.

Como es de suponer, su enorme prestigio no radica sólo en sus 213 años de existencia, sino más bien en su influencia, sostenidos avances científicos e innovación en el abordaje de la patología visual. Esta reputación también es resultado del invaluable aporte de incontables médicos que han sido parte de la institución a lo largo de su historia, entre ellos, quien es considerado uno de los grandes genios de la oftalmología universal, el doctor Albrecht Von Graefe (1828-1870).

Según relata la Revista Mexicana de Oftalmología, en su edición de abril-junio 2010 (84(2):132-136), por muchos años los médicos trataron las enfermedades oculares sin apego a conocimientos científicos, dejando su atención a brujas, magos, curanderos y charlatanes. Muy escasa información se tenía del ojo humano, de su fisiología, y las terapias aplicadas eran rudimentarias e ineficaces.

“Algo comparable al Renacimiento del siglo XVI, pero a mediados del siglo XIX, ocurrió en las ciencias en general, el surgimiento de numerosos genios de la medicina, eminentes personajes dedicados a escudriñar cada rincón del conocimiento en anatomía, patología, fisiología, anestesia local y general, física óptica, antisepsia, rayos X, farmacología, entre otras áreas, y todos ellos compartieron sus conocimientos. Los resultados de sus investigaciones, con base en métodos científicos, constituyeron los cimientos de la oftalmología actual”, asegura la publicación oficial de la Sociedad Mexicana de Oftalmología, la cual surge de la fusión de las revistas Anales de la Sociedad Mexicana de Oftalmología, Archivos de la Asociación Contra la Ceguera en México y Boletín del Hospital Oftalmológico de Nuestra Señora de la Luz.

Fue así como un grupo de insignes médicos europeos vincularon su talento y relaciones de amistad para crear una disciplina que, por primera vez, ofrecía nuevas técnicas de exploración clínica y terapéutica. Llamados oculistas, ellos fueron Ferdinand V. Arlt (1812-1887), oftalmólogo; Cornelius Donders (1818-1889), fisiólogo óptico; Herman V. Helmholtz (1821-1894), físico óptico; y Albrecht Von Graefe, cirujano oftalmólogo nacido en Berlín el 22 de mayo de 1828 y formado como médico en la Universidad de Berlín.

Aún indeciso sobre la especialidad a la cual dedicarse, Von Arlt  lo motivó a profundizar en la oftalmología. Tiempo después estudió fisiología experimental en París, explorando los nervios intracraneales y músculos extraoculares. Así llegó al Moorfields Eye Hospital, donde trabajó con William Bowman (1816–1892) y, en Glasgow, con William Mackenzie, autor de lo que se cree fue el primer texto de oftalmología. A los 22 años, tras recorrer por Europa diferentes centros especializados en el área, regresó a Berlín para fundar una clínica, la cual con el paso del tiempo debió trasladar a un edificio de tres pisos, que disponía de 60 camas para atender a pacientes que, en virtud de su destreza, arribaban desde diferentes lugares del continente.

A partir de 1850, el doctor Von Graefe comenzó antes que todos a utilizar rutinariamente el oftalmoscopio (espejo oftálmico), un invento de Herman Von Helmholtz (1821-1894). “Se ha abierto un mundo nuevo para nosotros”, dijo en ese momento. Eran tiempos en que aún no existía la luz eléctrica y se dependía del sol o velas de cebo, petróleo o gas para iluminar espacios destinados a la observación clínica. En ese contexto, se requería de una gran habilidad para, por ejemplo, realizar un examen de fondo de ojo a través de un instrumento sin corrección de dioptrías, las que fueron incorporadas al oftalmoscopio un par de año después.

Todo un experto a esta altura, el oftalmólogo alemán dedicaba prácticamente todo el día a la atención clínica, la investigación fisiológica y diferentes estudios que detallaban sus inventos e ingeniosas observaciones. Viajaban médicos de toda Europa para presenciar sus demostraciones quirúrgicas y participar en animadas discusiones científicas.

Protagonizó grandes adelantos en el pabellón, operando pacientes con estrabismo y cataratas, tanto en adultos como en niños. Pero si nos centramos en el glaucoma, su aporte supone un punto de inflexión en el entendimiento y tratamiento quirúrgico y farmacológico de esta patología. En su clínica se puso en práctica por primera vez la técnica de la iridectomía, un corte en la periferia del iris con el que buscaba disminuir la presión intraocular.

En rigor, se trata de un procedimiento consistente en la extirpación parcial del iris. Se realiza principalmente para el tratamiento del glaucoma de ángulo cerrado y en el melanoma de iris, que es un tumor maligno intraocular. Actualmente, la iridectomía ha sido sustituida en gran parte por la iridotomía (láser YAG) procedimiento más seguro porque no precisa la apertura del globo ocular y permite crear un orificio en el iris que facilita el flujo del humor acuoso desde la cámara posterior del ojo a la cámara anterior.

Von Graefe descubrió que cuando sube la presión intraocular la arteria central de la retina late a nivel papilar, también que se atrofia y excava la papila y, como consecuencia, se reduce o contrae el campo visual; y que cualquiera de estos signos provocan ceguera.

Fue el pionero en interesarse y clasificar los glaucomas en tres subtipos: glaucoma crónico, glaucoma agudo y glaucoma secundario. Inició el diseño de un dispositivo llamado “Tonómetro de impresión” para medir la presión intraocular, pero tuvo que abandonar su proyecto por falta de anestesia local.

Pero como todo genio, tuvo sus detractores. Graefe no se sentía complacido con la política de la Facultad de Medicina de la Universidad de Berlín. La casa de estudios superiores estimaba que la instrucción sobre las enfermedades de los ojos era algo insignificante, porque no formaba parte de la educación médica. Se rebeló a lo que su juicio era un pensamiento arcaico e insistió que el médico debía estudiar con igual diligencia y profundidad los pulmones, corazón, ojos, sistema nervioso, y otros órganos. En aquella época los cirujanos generales operaban cataratas y estaban considerados como los indicados para adiestrar en todo lo concerniente a padecimientos de los ojos y que ésta era simplemente una rama de la cirugía general. Molesto, Von Graefe aseguraba que la cirugía general y la oftalmología eran dos campos diferentes. “La cirugía general requiere de preparación en técnicas particulares, mientras que la oftalmología necesita otras con requerimientos más específicos y destrezas más exclusivas”, enrostraba. Sus más cercanos contaron más tarde que sólo el gran entusiasmo por su especialidad y su inamovible esfuerzo y perseverancia hicieron que tolerara tal indiferencia. 

Escribió el libro The Symptoms Of Eye Muscles Paralysis, creó la revista Archiv für Ophthalmologie (1855) y fundó la Deutsche Ophtalmologische Gesellschaft (Sociedad Oftalmológica Alemana, 1863).

Describió la combinación de retinitis pigmentosa y sordera perceptiva en el síndrome de Usher, proporcionó descripciones tempranas de la neuritis óptica, oftalmoplejía externa progresiva crónica y papiledema. Identificó el retraso del párpado en la enfermedad de Basedow y se le atribuye el diseño de un cuchillo especializado para la cirugía de cataratas, conocido como “cuchillo Von Graefe”. 

En 1856, a los 28 años de edad, dio a conocer un trabajo llamado “Examen del campo visual en enfermedad ambliope”, el cual puso en evidencia que él estaba tomando hace bastante tiempo campos visuales con pantalla de pared, aplicada prácticamente a todos sus pacientes. Dio ejemplos de escotoma en anillo, escotomas centrales, estrechamiento concéntrico de campos visuales, agrandamiento de la mancha ciega, hemianopsias homónimas, bitemporales y bínasales. Asimismo, sugirió que la hemianopsia homónima era causada por enfermedad cerebral unilateral y la hemianopsia bitemporal por lesiones tumorales de la base del cráneo. Afirmó que la visión binocular y la fusión en una sola imagen se llevaban a cabo en la corteza occipital. También sustentó que el papiledema y la atrofia secundaria del nervio óptico eran resultado de tumores intracraneales. Fue el primero en correlacionar campos visuales y fondo de ojo.

En 1857 fue nombrado profesor asociado de oftalmología en la Escuela de Medicina de Berlín y finalmente profesor titular de la especialidad diez años después. Durante el primer Congreso Internacional de Oftalmología (1857), celebrado en Bruselas (Bélgica) con asistencia de 150 profesionales del área, provenientes de veinticuatro países, Von Graefe presentó su famoso trabajo “Iridectomía y glaucoma” con gran expectación de la audiencia, conocimiento que pronto se hizo de dominio universal. En su artículo reconoció que el glaucoma era causado por un aumento de la presión intraocular y no como un proceso de naturaleza inflamatoria, como se creía hasta entonces. El estudio, todo un clásico de la ciencia, es considerado como el avance terapéutico más grande en la oftalmología del siglo XIX. 

Aunque también se rebeló contra de la tuberculosis pulmonar que lo aquejaba, ejerciendo, estudiando y enseñando pese a las crecientes molestias, finalmente no pudo contra la patología, falleciendo el 20 de julio de 1870.

Por cierto, el glaucoma es una patología de aparición silenciosa, que afecta al nervio óptico, de causas que aún son materia de estudio. Se caracteriza por el aumento de la presión ocular y en la gran mayoría de los casos puede ocasionar ceguera. Suele afectar a personas con más de 40 años, generalmente de la tercera edad, y el 50 por ciento de ellos no saben que lo tienen hasta que ya es muy tarde.

En este contexto, resulta fundamental realizarse controles periódicos que permitan un diagnóstico oportuno y el inicio de una terapia temprana para evitar el deterioro progresivo del nervio óptico y la pérdida repentina de la visión. Precisamente, fue lo que se buscó motivar durante el mes pasado, en el marco del Día Mundial del Glaucoma, conmemorado el 12 de marzo.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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