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04 Septiembre 2017

VIH, patología de doble riesgo

De acuerdo a una investigación publicada en la revista Science Translational Medicine los pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida están más expuestos a sufrir enfermedades cardiovasculares.

Desde hace más de treinta años libran una batalla que no ha dado tregua, sin embargo, de acuerdo a datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) la esperanza de poner fin al conflicto estaría más cerca. Se trata de la lucha entre la humanidad y el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH). ¿Su propósito? controlar la patología y disminuir su propagación.

Actualmente, las personas afectadas por la enfermedad tienen acceso a una terapia que puede prolongar su vida y reducir considerablemente los riesgos de infección, un progreso que es calificado por diferentes organismos internacionales como “extraordinario”. Las primeras señales concretas de avances en esta área salieron a la luz en 2014, cuando, de acuerdo a estadísticas del Programa de Lucha contra el VIH que impulsa la ONU, ese año se contagiaron aproximadamente dos millones de personas, con lo que la cifra de nuevos infectados se redujo en 35 por ciento en comparación a 2000. Aunque todavía no se ha descubierto una cura definitiva, los tratamientos más modernos permiten que los efectos del virus no se manifiesten hasta varios años después del contagio.

Se estima que casi 17 millones de personas en todo el mundo se encuentran en terapia con antirretrovirales, mucho más del doble de la cantidad de enfermos que se someten a este manejo desde 2010.  En 2005, solo 2,2 millones de individuos tenían acceso a este tipo de medicación, una estrategia sanitaria de efectividad variable dependiendo del lugar del planeta. En el norte de África y Medio Oriente aún queda mucho trabajo por hacer, sin embargo las condiciones y facilidades de acceder a este tratamiento mejoran de forma radical en Europa, Norteamérica e incluso América Latina.

En este sentido, el plan de la Organización de Naciones Unidas tiene como objetivos que en 2020 el número de personas con acceso a terapia antirretroviral vuelva a duplicarse, focalizándose en mejorar la información dirigida a los grupos de riesgo potencial, como los adolescentes. En tanto, se espera terminar con esta epidemia en 2030.

Pero la batalla todavía está lejos de concluir y el VIH pareciera recuperar terreno perdido mediante el daño que causan las patologías que se le asocian. Y es que hace más de una década la medicina advirtió que existe una relación directa entre el VIH y la aparición de otras enfermedades crónicas. Según un artículo publicado en 2013 en la revista Current HIV/AIDS Reports, los portadores de VIH tienen hasta un 60 por ciento de posibilidades de padecer una patología cardiovascular. Las causas de este peligroso vínculo no estaban claras, al menos hasta ahora.

Así se desprende de un estudio realizado por un equipo internacional de científicos que asegura haber descubierto por qué los infectados por el VIH tienen más del doble de probabilidades de sufrir un infarto al miocardio, desarrollar alguna afección cardíaca o un trastorno relacionado con la formación de coágulos de sangre. Los investigadores observaron que el origen de todos los cuadros anteriormente mencionados se producen por la inflamación persistente que sufren estos pacientes. “La presencia del virus activa de manera constante al sistema inmune, que descarga en el organismo una serie de moléculas que producen inflamación y coagulación. Este efecto ocurre incluso en aquellas personas que siguen un tratamiento antirretroviral que reduce el número de virus a niveles casi indetectables”, explican.

El factor tisular

Según los médicos que lideran este trabajo, los responsables de este proceso son los monocitos, un determinado tipo de glóbulos blancos de la sangre. “Debido a la infección por VIH, estas células fabrican una proteína llamada factor tisular (FT) que favorece la coagulación de la sangre y con ello el riesgo cardiovascular”, coinciden Bruno Andrade e Irini Sereti, académicos del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos y de la Universidad de Lisboa, respectivamente.

“Nuestros datos sugieren que los virus que se encuentran en la sangre de estos pacientes pueden desencadenar la síntesis de FT. Una hipotética absorción de estos patógenos a través del intestino en pacientes con infección crónica, puede provocar la fuga de un estímulo inflamatorio a la sangre, lo que incita a los monocitos a producir esta proteína”, plantean en el trabajo publicado en la revista Science Translational Medicine (doi: 10.1126/scitranslmed.aam5441).

Esto explicaría por qué los pacientes con infección por VIH tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y, asimismo, que otras afecciones inflamatorias o infecciones crónicas pueden aumentar dicho peligro mediante mecanismos similares.

Pero no todo es tan malo, porque en el marco de este mismo estudio los investigadores sugieren un novedoso abordaje terapéutico basado en el uso de un potente anticoagulante presente en la saliva de las garrapatas. “Se ha comprobado que la coagulación provocada por el FT puede bloquearse mediante Ixolaris, un fármaco experimental, un inhibidor muy potente de la actividad del FT. Creemos que podría tener efectos beneficiosos como posible terapia para muchas enfermedades en las que se da una hipercoagulación”, comenta el doctor Andrade.

Se trata de un medicamento derivado de una proteína que se encuentra en la saliva de un tipo de garrapata, concretamente, de la especie “Ixodes scapularis” y que ya ha sido patentado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos.

“La formación de coágulos en la sangre puede bloquear la circulación de los pacientes, lo que se denomina trombosis, o viajar a otras partes del organismo y producir un daño. Dependiendo del lugar al que viaje, esta masa semisólida sanguínea puede afectar a órganos vitales como el corazón, el cerebro o los pulmones”, se detalla.

Distintos estudios han constatado la eficacia de Ixolaris en el tratamiento de los coágulos sanguíneos en modelos animales. En este caso, los autores administraron el fármaco a un pequeño grupo de simios en las primeras fases de infección con el virus (virus de inmunodeficiencia en simios [VIS], equivalente al VIH en humanos), observando que éste fue capaz de reducir de forma muy significativa los niveles de proteínas inflamatorias asociadas al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Los glóbulos blancos no perdieron su capacidad de defensa y no se manifestó la enfermedad durante tres meses.

El tratamiento evaluado tiene el potencial de mejorar el abordaje clínico de los pacientes infectados por el VIH y ayudarlos a tener una mayor calidad de vida, sin embargo, el medicamento no ha sido probado en humanos. Solo ha sido testado en células infectadas in vitro, por lo tanto los resultados podrían ser diferentes.

Por ahora, se requieren más estudios para determinar la seguridad del fármaco y las posibles interacciones con otros medicamentos que ya se están empleando en los pacientes con VIH. Su administración en la práctica clínica está distante, pero se acerca.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

Mundo Médico

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