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21 Diciembre 2015

La energía como fuerza vital

  • Dr. Alberto Villoldo

    Dr. Alberto Villoldo

  • Dr. Erna Ripoll Moraga

    Dr. Erna Ripoll Moraga

  • El doctor Villodo compartió con comunidades Andinas y Amazónicas

    El doctor Villodo compartió con comunidades Andinas y Amazónicas

La medicina energética ha ayudado a formar una nueva corriente que ya no analiza al ser humano en órganos y sistemas, sino que como un todo interconectado, como una unión entre materia, energía e información. 

Hace más de tres décadas, el psicólogo y médico antropólogo Alberto Villoldo viajó a la Selva Amazónica con una beca de investigación entregada por una compañía farmacéutica en busca de alguna planta, corteza o raíz que pudiera convertirse en la próxima cura para el cáncer. 

El proyecto sonaba muy tentador como experiencia de vida. Después de todo –pensaba él- la selva era una especie de farmacia natural, llena de plantas exóticas cuyos poderes curativos aún no habían sido del todo descubiertos. 

Pasó muchos meses peregrinando por aldeas que, pocas veces, habían visto a un hombre blanco y en todas ellas se dio cuenta que enfermedades crónicas como cáncer, demencias o patologías cardiovasculares no existían, incluso entre los ancianos de las comunidades. Fue entonces cuando comprendió que los indígenas de la zona sabían algo de la salud que los occidentales no conocían y se volcó a descifrar tan preciado secreto.

Estuvo dirigiendo durante muchos años el Laboratorio Biológico de la Universidad de San Francisco, investigando los efectos de la curación a través de la energía y de la visualización de la química del cerebro. Ahí se dio cuenta que era necesario encontrar un sistema más grande que las redes neuronales del cerebro y que el microscopio no era el instrumento que le ayudaría a responder las preguntas que le estaban surgiendo. 

Decidió renunciar a su cargo en la Universidad y comenzó un viaje de recuperación de las tradiciones milenarias de la medicina de la civilización Inca y, desde entonces, ha dedicado su vida al estudio de la medicina indígena, rescatando su sabiduría milenaria y actualizando sus técnicas de sanación. 

Sus colegas pensaron que estaba loco, pero él estaba convencido de la necesidad de aprender de personas cuyo cuerpo de conocimiento iba más allá del mundo material mensurable: sus nuevos profesores habían sentido los espacios entre las cosas y habían percibido los filamentos luminosos que animaban toda vida.

Él convivió por varios años con comunidades Andinas y Amazónicas, aprendiendo de los maestros –hombres y mujeres- más realizados en su disciplina. La falta de un cuerpo escrito de conocimiento significaba que cada pueblo había traído su propio sabor y estilo a las prácticas curativas que aún sobrevivían.

Durante más de 10 años, se entrenó en medicina de la selva con maestros guardianes de la Tierra y descubrió que este éxodo al chamanismo había sido guiado por su deseo personal de transformación. Curó sus propias heridas del alma, aprendió a transformar los viejos dolores, la ira y la vergüenza en fuentes de fuerza y compasión.

Al compartir con estos grupos se dio cuenta que el Chamán –sanador y sabio- recurría a un gran cuerpo de conocimientos para elaborar un programa práctico y revolucionario que se basaba en los métodos de curación tradicionales que utilizaban, los que buscaban ver y modificar las huellas que la enfermedad podía dejar dentro del Campo de Energía Luminosa, un concepto clave de la sanación chamánica que actúa como una matriz para mantener la salud y la vitalidad del cuerpo físico, que había sido prácticamente inaccesible para el mundo en general, hasta ahora. 

Una vez sintetizadas estas enseñanzas milenarias y convertidas en conocimiento y prácticas asequibles para la mente y estilo de vida modernos, fundó la Escuela de los Cuatro Caminos, un instituto de renombre mundial de la medicina energética. En él comenzó a enseñar y compartir esta disciplina y, actualmente, tiene más de dos mil estudiantes activos alrededor del mundo.

En estas dos décadas compartiendo directamente con chamanes de las selvas y montañas altas de Los Andes, el doctor Villoldo descubrió que los seres humanos son más que carne y hueso: son también espíritu y luz y que sólo depende de cada persona reconocer y trabajar con este regalo increíble para cambiar la naturaleza misma de la vida.


Mirada integrativa

Una discípula de Alberto Villoldo en Chile es la doctora Erna Ripoll Moraga, destacada internista e inmunóloga de la Universidad de Valparaíso, quien ha optado por darle una mirada diferente a la medicina. 

Hace un tiempo formó la Clínica Navajó, el primer centro de medicina energética en Viña del Mar que busca la sanación no tan sólo física, sino también emocional y espiritual de las personas. Para la especialista “todos tenemos la capacidad de curarnos y transformarnos para liberarnos de las enfermedades, pero para eso es necesario aproximarnos a un camino”.

A la doctora Ripoll siempre le gustó la investigación. Su madre tenía un laboratorio clínico y ella veía que su futuro también iba a estar detrás de un microscopio. “Ella me aconsejó que en vez de estudiar bioquímica, me inclinara por medicina y le hice caso”. 

“Quería dedicarme a la hematología, tratando de irme por el camino del laboratorio, pero por esas cosas de la vida, en la década de los 90’, cuando se descubrió el VIH se me ofreció hacerme cargo de esos pacientes. Me formé en inmunología y con el tiempo me fue gustando cada vez más la clínica, así es que mi paso por el laboratorio lo fui dejando”, cuenta. 

Y de la misma manera que llegó la inmunología a su vida, se aproximó la medicina energética. “No fue una cosa drástica, sino que por circunstancias de la vida llegué a una semana de formación chamánica. Yo no sabía lo que era, pero esos días produjeron un cambio de 180° en mí. Entré como a una especie de portal, que me abrió otra mirada de la vida, tanto a nivel personal como profesional”.

“Durante esa semana vi un trabajo energético muy poderoso, algo que –al comienzo- no podía creer, ni menos entender, porque soy muy racional. Traté de despojarme de esa racionalidad y comencé a vivir y disfrutar la experiencia: en el momento que la viví se me produjo un cambio”.

Paralelo a ello, se fue provocando una especie de discrepancia o incongruencia, porque la profesional no sabía de qué manera podía aplicar todo esto que estaba aprendiendo con la práctica de la medicina tradicional. 

En ese momento recurrió a su maestro, el doctor Alberto Villoldo. “Estaba bien complicada. Me acerqué a él y le dije ‘Alberto estoy en dos caminos paralelos y no sé cómo juntarlos’. Y él me dijo: ‘Fácil, la respuesta es la medicina funcional. Ándate a estudiar a Estados Unidos’. Y es lo que he estado haciendo. La medicina funcional une todo perfectamente, porque tiene una mirada integrativa, es decir, busca tratar a la persona. No trata la diabetes o el cáncer, sino que a la persona con los sistemas que tiene desbalanceados dentro del organismo. Es decir, es importante ir a buscar dónde está el desequilibrio”.

La cultura occidental es totalmente mecanicista, cree que un ser humano consiste en un sofisticado mecano sin alma programado por su dote genética e integrado por piezas capaces de ser cambiadas por otras cuando se gastan. Por lo que la medicina es prácticamente igual. La sanación o proceso de curación se basa en la experiencia de lo infinito, porque la muerte y la enfermedad sólo existen en el tiempo; entonces, al escaparnos del tiempo lineal, es posible entrar en un plano en el cual se cambia el campo energético para crear salud. El problema es que, actualmente, muchas de las tradiciones de sanación están ajustadas al sistema occidental médico, es decir, se trata el síntoma que lleva a la enfermedad. 

El chamán no trata enfermedades, sino que crea la salud, regenera el cuerpo. No sólo desde una perspectiva teórica, sino teniendo la vivencia, sabiendo cómo re informar el campo luminoso para crear un nuevo cuerpo. 

La medicina energética plantea un cambio importante de paradigma. Donde se pasa de analizar al ser humano en órganos y sistemas a verlo como un todo interconectado, como una unión entre materia, energía e información. “Nosotros, como especie homo sapiens, no hemos evolucionado. Por lo tanto, nuestros genes son los mismos que teníamos hace 250 mil años. Si nos preguntamos cuándo comenzaron a aparecer los problemas de salud que tenemos ahora, podemos decir que fue a partir de la manipulación de los alimentos. A partir de la agricultura, hace alrededor de cinco mil años, pero el problema serio se está dando hace 20 con un aumento que está descontrolado”. 

 

El factor estrés y alimentación

Los seres humanos actuales están expuestos a niveles de estrés importante. Se vive en un estado de constante lucha o fuga, y al no poder huir o luchar, las personas se paralizan. “Nuestro estilo de vida es tremendamente dañino para la salud y se interviene poco. Las medidas que se han tomado para cambiar los estilos de vida, cuando se han hecho bien, han mostrado resultados impresionantes, mejores que muchos tratamientos farmacológicos. Pero las intervenciones o son muy cortas o no son masivas”.

Por otro lado, si una persona no es capaz de liberarse de las emociones estresantes, altera todo su eje interno. “Eso es fisiología pura. Estas emociones son recibidas por el hipocampo que envía las señales al hipotálamo, que estimula todo el eje hipotálamo hipofisario suprarrenal que secreta cortisol y adrenalina. Estos dos productos inducen a diversas patologías como la diabetes, la osteoporosis, el deterioro cerebral y las enfermedades cardiovasculares”.

Lo que busca la medicina energética es precisamente realizar una intervención permanente para ayudar a que un organismo enfermo se recupere mediante la activación de su propio mecanismo de defensa. 

“Con esta terapia no tratamos los síntomas generados por la acumulación de toxinas, ni suplimos la función de los órganos encargados de su neutralización y eliminación, sino que estimulamos la capacidad innata que nuestro cuerpo tiene de desintoxicar y drenar las sustancias responsables de los síntomas”, explica la doctora Ripoll. 

“Las células de todo nuestro cuerpo tienen que producir energía. Para dar energía limpia tenemos que entregarle un combustible limpio. Si el combustible que le damos es sucio, las células liberarán radicales libres que son los que, finalmente, va a generar la enfermedad. Entonces volvemos al origen. El combustible que le debemos entregar a nuestro cuerpo tiene que ser limpio, desde lo que comemos hasta lo que pensamos. Si todo eso es limpio, la célula va a funcionar bien y no nos vamos a enfermar. Ahora, si una persona ya está enferma, lo que tiene que hacer es mejorar su combustible. Cada vez existe más información con respecto a que en las enfermedades crónicas el denominador común es la inflamación y que ésta se produce, porque las mitocondrias no funcionan bien. Y también se sabe que cuando las mitocondrias se alteran en su forma es porque están liberando radicales libres y que una vez que uno corrige el combustible que se les da –básicamente azúcar y grasa- recuperan su forma y su función. Entonces hay que comenzar por algo tan básico como la alimentación”. 

Para muestra un botón. “En Estados Unidos el 30 por ciento de la población es diabética y para el 2035 dos de cada tres estadounidenses va a ser obeso mórbido. En Chile, de nuestra población, el 99 por ciento de las personas consume pan y el 80 lácteos, porque es la base de nuestra alimentación y pasa que esos dos alimentos enferman. Hay muchas cosas que en nuestra sociedad han ido cambiando lo que ha llevado a que se deteriore la salud: ya no se cocina en las casa, se come mucho afuera y se compra mucha comida preparada. A eso hay que sumarle, la gran cantidad de azúcar que se consumen a través de las bebidas. Si uno consume mucha azúcar, se produce un estado inicial de gran actividad, pero como aumenta el nivel de insulina luego se produce un letargo que obliga a volver a comer, lo que a la larga produce adicción. Por otro lado, no podemos dejar fuera lo emocional. Estamos llenos de emociones muy destructivas: el miedo, la rabia, los celos, la envidia y así suma y sigue”.

Si bien nuestros genes siguen siendo los mismos, el medioambiente que le estamos entregando es distinto. “Nuestros padres vivieron menos estresados, tuvieron otro tipo de alimentación, entonces la diabetes se desarrollaba más tarde. Pero ahora, los niños que no hacen ejercicio o que se alimentan mal, sufren de resistencia a la insulina a los 13, 14 o 15 años. La obesidad infantil y adolescente es un problema muy grave, porque está convirtiendo a la población de 20 años en diabética. Si estos pacientes traen esa carga genética, hay que tratar de intervenir lo antes posible para que no se manifieste. Algo que suena muy lógico, porque nuestro mapa genético es enérgico, no molecular como la mayoría de nosotros hemos sido entrenados para creer”.

Las experiencias positivas no dejan una marca en el Campo de Energía Luminosa. La paz y la serenidad se descubren a través de la práctica espiritual, que es el combustible para las capas más internas de este campo. Mientras que los traumas psicológicos y espirituales sin resolver, sí dejan huellas. Éstas quedan codificadas en nuestro campo energético con una acusación de que sigue siendo un elemento permanente. Este cargo no sólo contiene la energía, sino también información sobre las circunstancias inherentes a la herida inicial y cada vez que se activa una impronta, la energía tóxica se derrama, afectando al sistema nervioso central, comprometiendo la respuesta inmune y volviendo a crear las circunstancias del trauma original, una vez más. 

Es ahí donde la medicina energética actúa curando el propio campo de energía y su relación con la salud física enseñando a crear nuevos órganos que tienen edad diferente, curan de manera diferente y mueren de manera diferente.

Antiguamente, los médicos se daban el tiempo para saber por qué un paciente recurría a su consulta. La anamnesis era más profunda, había una medicina más humana. A eso, es a lo que apunta la medicina energética volviendo a los orígenes en todo sentido. 

“Los cambios son impresionantes. La energía universal –que es el amor- está. Cuánto la percibimos es cuánto nosotros queremos percibirla. Es muy difícil percibirla si se vive enrabiado o con miedos, porque te bloquea. Ahora, creo que uno se tiene que ir preparando para poder recibirla y tiene que ver con muchas cosas: con el no juzgar, con el no sufrir, con la impecabilidad de la palabra, con el mantenerse en una situación de tranquilidad y paz con uno mismo para poder estar en paz con el resto. Así las energías llegan”. 

En nuestra cultura se ha bloqueado al cerebro derecho, funcionamos nada más que con el cerebro izquierdo. Eso ha llevado a que actuemos sólo con los cinco sentidos, todas las otras dimensiones las hemos bloqueado. 

“Con nuestros sentidos funcionamos en cinco niveles de percepción. El doctor Villoldo dice que son 12. Entonces, en la medida que uno vaya desarrollando más niveles de percepción, también va mejorando la forma en que se aprecian las energías. Por eso es tan importante estar en armonía con uno mismo y con lo que nos rodea. Nos hemos desconectado de la naturaleza, de la tierra. Todas las culturas ancestrales tenían un sentido de pertenencia con la tierra no un formar parte, por eso la cuidaban tanto. Nosotros hemos tendido a lo contrario, por eso estamos en crisis”. 

Cada fin de año representa una oportunidad para evaluar cómo es nuestra vida, si somos felices viviendo día a día y qué equipaje queremos seguir llevando en el nuevo año que está por comenzar.

La mejor manera de comenzar uno nuevo, para que todo fluya con la energía a nuestro favor, es cerrando ciclos, limpiando las energías, agradeciendo lo vivido y proyectando metas. Si todos logramos hacer un pequeño cambio en nosotros mismos, podríamos generar un tremendo impacto a nivel planetario, porque se provoca un efecto mariposa. Ojalá todos pudiésemos hacerlo, para mejorar un poquito el mundo. 

Por Carolina Faraldo Portus

Dr. Alberto Villoldo

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