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27 Febrero 2017

El poder de las redes sociales en la adolescencia

Expertos aseguran que el auge de las estructuras relacionales virtuales ha modificado el cerebro de las personas en la última década. 

Las redes sociales son sitios de Internet que permiten a los seres humanos conectarse con amigos e incluso realizar, de manera virtual, nuevas amistades, así como compartir contenidos, interactuar y crear comunidades sobre intereses similares vinculados con, por ejemplo, trabajo, lecturas, juegos, relaciones amorosas o comerciales.

Su origen se remonta a la década de los 90’, cuando el estadounidense Randy Conrads creó el sitio web classmates.com, una red social que pretendía retomar contacto con antiguos compañeros de estudios. Classmates es considerado por muchos como el primer servicio de red social, principalmente, porque se vio en ella el germen de Facebook y otras redes que nacieron, posteriormente, como punto de encuentro entre alumnos y ex-alumnos de colegios, institutos y universidades.

Entre 1997 y 2001 la evolución tecnológica facilitó nuevas herramientas que permitieron la creación de sitios como LiveJournal, LunaStorm y Friendster, un portal de citas online que por, dificultades técnicas, no pudo hacer frente a la alta demanda de servicios.

Aprovechando la agonía de Friendster, Tom Anderson echó a andar en 2003 un proyecto exitosísimo: MySpace, al que apenas se le dio cobertura en sus inicios y que, actualmente, es uno de los portales más populares en Estados Unidos. Meses más tarde, en 2004, Mark Zuckerberg lanzó la maqueta de Facebook, cuyo fenómeno dio pie al desarrollo, consolidación, masificación y proliferación de numerosas redes sociales en los meses y años subsiguientes alrededor de todo el planeta.

Desde entonces, su crecimiento no parece tener fin. Con más de 1.350 millones de usuarios activos, casi la población de China, Facebook se ha convertido en la red social más importante y más utilizada del mundo. Su crecimiento ha sido imparable, sumando cada vez un mayor número de usuarios y multiplicando sus funcionalidades con el objetivo de hacer más atractiva la interacción.

Este éxito, sin embargo, también ha acarreado la multiplicación de los peligros que acechan a los usuarios. En este sentido, son muchos los riesgos a los que se enfrentan los millones de personas que forman parte de esta comunidad, aunque la mayoría de ellas los desconocen.

Un reciente estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de California, publicado en la revista de la Association for Psychological Science (APS) (Psychological Science 2016, Vol. 27(7) 1027–1035), entregó los resultados de una investigación sobre el poder que tendrían los “me gusta” y la influencia de los pares sobre las respuestas conductuales a los medios sociales en adolescentes. 

La adolescencia se ha descrito como el período de tiempo en el cual una persona crece y se desarrolla hacia la madurez. Se trata de la transición entre infancia y la edad adulta, que se caracteriza por profundos cambios físicos, psicológicos, sexuales y sociales, propios e irrepetibles.

En medicina son varias las especialidades que abordan al adolescente, ya sea desde el ámbito de la psiquiatría, neurología, nutrición, dermatología y pediatría, por lo que desde ellas han surgido –en el último tiempo- análisis sobre esta materia, considerando que casi el 90 por ciento de los adolescentes estadounidenses reportan ser usuarios activos, y que la gente joven sigue utilizándolas. Conforme van entrando en edad, van descubriendo nuevos sitios en los cuales encuentran lo que denominan “comunidad”, tendencia que se replica en todo el orbe.

La inmediatez que ofrecen estas redes ha producido que los adolescentes, que tienen características propias y muy diferentes a las de un niño o a un adulto, vayan presentando cambios propios de la edad y necesidades muy variadas, cuya exigencia de solución debe ser rápida, en donde el lenguaje se torna particular y, en ocasiones, difícil de entender.

Para el grupo de investigación de la Universidad de California las redes sociales han modificado el cerebro de las personas y han aportado numerosos efectos positivos a este órgano, como el desarrollo de nuevas conexiones cerebrales hasta la creación de nuevos métodos de aprendizaje.

Se dieron cuenta que mientras un joven navega por Facebook, Twitter, Instagram o Youtube es capaz de crear nuevas redes neuronales, lo que significaría que el cerebro tiene la suficiente plasticidad para adaptarse a este tipo de retos.

Sin embargo, estas tecnologías también pueden provocar adicción, ya que parte del procesamiento cerebral tiene lugar en los circuitos relacionados con las recompensas, por lo que el uso no controlado podría estar asociado a algunos trastornos psiquiátricos como las adicciones. Ya se ha demostrado que las redes sociales provocan cambios en los neurotransmisores como la oxitocina, la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la testosterona y el cortisol.

En concreto, los mayores niveles de oxitocina se relacionan con más compras e inversión y con una mayor influencia de la familia y la pareja; mientras que la adrenalina, que se libera puntualmente en el uso de redes sociales, estaría vinculada con la agresividad; y la dopamina liberada cuando se recibe un “me gusta”, ayuda a potenciar los centros de recompensa e incrementando la sensación de felicidad. 

También descubrieron que el aumento de la serotonina podría modificar los comportamientos sociales hacia un carácter más introvertido y la prioridad de los intereses individuales frente a los de grupo; que los altos niveles de testosterona estarían vinculados con una menor tendencia a establecer nuevas amistades en Facebook; y que el cortisol tendría impacto en la fidelidad a las amistades.

Si bien el uso de redes sociales tiene beneficios para los menores, los expertos aconsejan estimular en los adolescentes el valor que tiene la comunicación directa por encima de la mediada por objetos tecnológicos y, en lo posible, postergar al máximo el acceso a estas redes. Al no contar con un cerebro completamente desarrollado, se encuentran en una posición de vulnerabilidad que los puede predisponer a conductas de riesgo. 

Aunque aún es difícil realizar predicciones sobre esta materia, parece claro que el cerebro humano seguirá adaptándose para enfrentar de la mejor manera posible las pruebas que el futuro le tiene preparado. La reestructuración cerebral está recién comenzando. 

Por Carolina Faraldo Portus

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