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18 Enero 2016

Breve radiografía a la tercera edad

Investigadores de las universidades de California y Waterloo se adentraron en la realidad de los adultos mayores, abordando desde su amor por los nietos hasta sus dificultades en la percepción del tiempo.

Si hay algo en el mundo que se puede comparar al amor de padres, es el amor de abuelos. Para ellos, nada puede resultar más placentero que pasar tiempo con sus nietos, verlos crecer, compartir nuevas experiencias, cuidarlos y aconsejarlos. Si es con algunas licencias que flexibilicen las, a veces, rigurosas restricciones de los padres, mejor aún. De castigos, ni hablar.

Pues bien, un estudio publicado en la revista PNAS (doi: 10.1073/pnas.1517951112) reveló que los abuelos están genéticamente predispuestos a desvivirse por sus nietos. Así lo plantean investigadores de la Universidad de California, quienes aseguran que, a diferencia de los animales, la información genética de los humanos ha evolucionado para que su esperanza de vida se prolongue décadas después de la edad reproductiva. De esta manera, los abuelos pueden participar activamente en el cuidado de sus nietos y transmitirles su sabiduría.

De acuerdo al trabajo, algunos genes han evolucionado específicamente para proteger a los humanos de enfermedades neurodegenerativas. Este es el caso del gen que codifica para una forma particular de CD33. Esta proteína es esencial para el funcionamiento del sistema inmunitario y su nivel de expresión en humanos, es cuatro veces más alto respecto al que poseen los chimpancés. Además, también se han descubierto diversos genes que contribuyen a prevenir el deterioro y a eliminar la acumulación del péptido beta amiloide del cerebro, nocivo para las neuronas y asociado con la enfermedad de Alzheimer.

Para los autores de la investigación, es probable que estos genes hayan evolucionado para alargar la vida de los ancianos y evitar convertirlos en personas dependientes mientras tengan que criar a los parientes más jóvenes de la familia, convirtiendo al cuidado intergeneracional en un factor de relevancia para la supervivencia del grupo.

Ahora, este estudio no el único que ha centrado su atención en las personas de la tercera edad durante los últimos meses. Es más, desde cierta perspectiva y tratándose de la importancia de cuidar adecuadamente a un niño, lo detallado anteriormente se puede vincular con un trabajo canadiense.

Y es que científicos de la Universidad de Waterloo determinaron que las personas mayores tienen más dificultades para distinguir el orden de los acontecimientos, en comparación a los adultos más jóvenes.

Si bien la percepción del tiempo es relativa de acuerdo a la edad y las circunstancias que rodean a un individuo, quienes ya viven su vejez evidencian problemas para acoplar los estímulos procedentes de lo que ven y oyen, aspecto que podría influir negativamente en una toma rápida de decisiones. Esto se asemeja, ilustran los autores del trabajo, a cuando en un video o transmisión televisiva la imagen no coincide con el sonido, lo que técnicamente se conoce como desfase.

El hallazgo, publicado en la revista Experimental Brain Research (doi: 10.1007/s00221-015-4466-7), muestra que los adultos jóvenes y mayores pueden determinar si la imagen y el sonido se produjeron al mismo tiempo con una precisión similar. Sin embargo, en una de las pruebas realizadas por el equipo, los adultos mayores manifestaron dificultades para determinar si fue la luz o el sonido lo que apareció primero.

“Para dar sentido al mundo que nos rodea, el cerebro tiene que decidir rápidamente, si se combinan diferentes fuentes de información”, comenta Michael Barnett-Cowan, académico de la Universidad de Waterloo y autor del estudio. Según el especialista, los adultos mayores a menudo experimentan problemas para procesar la información multisensorial, lo que a su vez puede afectar una serie de tareas cotidianas e incluso perder el equilibrio.

Se trata del primer estudio que prueba las múltiples maneras en que las personas más jóvenes y otras mayores combinan la información sensorial en el tiempo. Sus resultados podrían llevar a diseñar estrategias que permitan reducir los efectos de la vejez y alteraciones asociadas, al distinguir el orden de los hechos, mediante el fortalecimiento de la relación entre ambos procesos cerebrales.

“Si pudiéramos identificar y abordar el deterioro cerebral, potencialmente podríamos mejorar la calidad de vida, la seguridad y la independencia para muchas personas mayores”, finaliza Barnett-Cowan.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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