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15 Mayo 2017

Dr. Julio Brito Richards:

“Nos propusimos determinar las consecuencias de la hipoxia”

El director del Instituto de Estudios de la Salud de la Universidad Arturo Prat lleva más de 20 años desarrollado investigaciones sobre la altitud y la respuesta de los individuos sometidos a ella, las que han contribuido al conocimiento científico internacional y son material de estudio obligatorio para diversos organismos, entre ellos: la NASA.

Un trabajo experimental, realizado por investigadores del Instituto de Estudios de la Salud de la Universidad Arturo Prat (UA) de Iquique, determinó que la exposición crónica a condiciones de altura estimula el incremento de los triglicéridos, lo que podría estar ligado al desarrollo de obesidad y otras alteraciones metabólicas.

Uno de los especialistas que formó parte de este estudio fue el doctor Julio Brito Richards, cirujano de la Universidad de Chile, especialista en cirugía torácica de la Toronto General Hospital de Canadá y doctorado en salud pública en la Universidad Autónoma de Madrid.

En Chile está enfocado, principalmente, a estudiar la fisiopatología de altura en exposición intermitente con varias instituciones estatales, el cual posee trabajos en colaboración con las Universidades Cayetano Heredia de Perú, con la Universidad Autónoma de Madrid y con el Centro Médico Universitario Hamburg-Eppendorf.

Uno de ellos, “Perfiles lipídicos en plasma e hígado en ratas expuestas a hipoxia hipobárica crónica: cambios en las vías metabólicas”, focalizó su estudio en enzimas y genes a nivel hepático, exponiendo a ratas adultas sobre los 4.600 metros de altura, durante un período de 30 días, analizándolas con otras que permanecieron en un estado normal de oxígeno. 

En las ratas sometidas a situación de hipoxia crónica, en 15 días aumentaron el LDL, que transporta lípidos desde el hígado a los tejidos y órganos; los triglicéridos y el colesterol VDLD permanecieron elevados en un 28 por ciento hasta el día 30, mientras que el colesterol total creció en 51 por ciento. 

Estos hallazgos en animales fueron replicados en humanos y las conclusiones alcanzadas han sido alabadas a nivel internacional, tanto así que el gobierno de Estados Unidos la recomendó como lectura obligatoria para organismos científicos como la NASA. 

Actualmente, el doctor Brito divide su jornada laboral entre el Hospital Regional Dr. Ernesto Torres Galdames de Iquique como cirujano de tórax y el Instituto de Estudios de la Salud de la Universidad Arturo Prat como director, investigador y docente. 

Para conversar sobre los aportes realizados a la comunidad médica nacional e internacional y sobre cuál será el futuro de la medicina de altura, el especialista sostuvo un interesante diálogo con SAVALnet. 

- Doctor, en términos generales, ¿qué es la hipoxia hipobárica?

Es una condición que, por una reducción de la presión atmosférica, disminuye la presión parcial de los gases –entre ellos el oxígeno- que dificulta su captación a nivel pulmonar, llevando a una hipoxemia. Esta condición se da de forma natural en la altura geográfica. Nuestro modelo es el trabajo en forma intermitente, es decir, días de trabajo en altura y días de descanso a nivel del mar por periodos prolongados.

- ¿De qué manera afecta fisiológica y fisiopatológicamente al ser humano?

La hipoxia hipobárica pone en marcha mecanismos de defensa frente al estrés, cambios metabólicos, una respuesta hipertensiva del corazón derecho y un aumento de los eritrocitos. En algunos individuos, esta respuesta es exagerada provocando mal de altura, hipertensión pulmonar o mal de montaña crónico por un exceso patológico de eritrocitos.

- ¿Qué lo motivó a interesarse en el tema como objeto de análisis y estudio?

La verdad es que fue una afortunada casualidad. Por un lado, en Iquique se estaban instalando diversas faenas mineras en altura; la Universidad Arturo Prat necesitaba desarrollar el área de salud; y existía desconocimiento de los cambios biológicos de esta inédita condición de trabajo intermitente, que no sólo está en el área minera, sino también afecta a todas aquellas personas que van a la altura, como organismos gubernamentales de control de frontera o educación. Esos factores llevaron a que iniciáramos estudios sobre el tema. 

- El Instituto de Estudios de la Salud de la Universidad Arturo Prat ha desarrollado varios trabajos. Uno de ellos, de 2014, sobre los cambios en los perfiles plasmáticos y de lípidos en ratas expuestas a hipoxia hipobárica crónica. ¿Cuáles fueron las principales conclusiones de este trabajo?

En ese estudio, liderado por la doctora Patricia Siques Lee, se descubrió que en ratas a una exposición crónica a la altura se activa un gen que, a su vez, activa una enzima de la vía metabólica de los ácidos grasos a nivel hepático, generando así la producción de triglicéridos de novo. Como el aumento de los triglicéridos tiene una connotación en la salud individual y también de salud pública, como factor de riesgo cardiovascular, es muy importante esta información. Creemos que estas fueron las razones para que el gobierno de Estados Unidos declarara como lectura obligatoria para la National Aeronautics and Space Administration (NASA) y otras organizaciones gubernamentales en la fijación de políticas y normativas. 

- ¿Pensaron en algún momento que eso pasaría?

Con sincera modestia, nunca. Porque este trabajo formaba parte de una línea de investigación nuestra. Existen muchos investigadores de gran peso a nivel mundial que también están estudiando los triglicéridos en hipoxia. Además, estamos tan alejados de los grandes centros mundiales, que no imaginamos que algo así podría pasar.

- ¿Qué características comunes poseen las personas que viven o trabajan sobre los 3.000 metros de altura y los astronautas?

Los astronautas están expuestos a situaciones de hipoxia crónica, en especial dentro de las nuevas naves espaciales y obviamente comparten las mismas respuestas. El interés de NASA es tener información en poblaciones más numerosas, que permiten ver la variabilidad y efectos con mayor certeza y, por supuesto, la búsqueda de mitigaciones o prevención de ellos. Estos efectos están a nivel metabólico, muscular, cardiovascular y cognitivo. 

- ¿De qué manera es posible evitar complicaciones para la salud en personas que no tienen otra opción de estar permanentemente a más de 3.000 metros por sobre el nivel del mar?

En esta condición nueva de intermitencia, recién se está generando conocimiento. Estamos sólo en el principio de determinar la “historia natural” de esta condición. Se están investigando y aplicando algunas medidas como oxígeno en los dormitorios y el uso de fármacos conocidos –como acetazolamida- y otros en investigación preclínica y fase I. 

-¿Existen condiciones que afecten negativamente la aclimatación y respuestas de los individuos a la altura?

Sin duda. Es importante señalar que la obesidad, sobrepeso y hábitos de vida no saludables afectan negativamente. Pero lo bueno es que son ampliamente modificables, por lo que tomar conciencia de ellos mejoraría las condiciones de aclimatación. Además, de acuerdo con nuestras investigaciones, pareciera existir una proporción de individuos que presentarían una especie de vulnerabilidad metabólica y fisiológica.

- Hace pocos días se publicó un nuevo estudio sobre la exposición intermitente a largo plazo de adultos jóvenes a elevadas alturas. ¿De qué trata esta investigación?

En este estudio publicado en la High Altitude Medicine & Biology Journal descubrimos que existen ciertos factores metabólicos –que se han señalado anteriormente- que tienen una directa asociación con presentar mal agudo de montaña, la famosa puna, e hipertensión pulmonar. Además, la presencia de metabolitos –como Asymmetric dimethylarginine (ADMA)- sería un biomarcador y predictor de estos efectos y, probablemente, tendría una relación al alterar la función vascular endotelial. 

- ¿De qué manera se ha ido incorporando esta materia dentro de las políticas públicas nacionales?

El Ministerio de Salud (Minsal) ha generado una norma de trabajo en altura de carácter obligatorio, algo novedoso y pionero en Latinoamérica, el que recoge estas informaciones de todos los investigadores y de los médicos de salud ocupacional. Lo interesante es que se va revisando anualmente e incorporando precisiones. Es una excelente iniciativa, en la cual nosotros colaboramos activamente.

- Como Instituto de Estudios en Salud, ¿qué tan importante ha sido entregar estas contribuciones a la comunidad médica internacional?

Para nosotros es muy importante. De hecho, contamos con un gran número de publicaciones, a pesar de estar tan distantes de los grandes centros de investigación. Para nuestra institución es muy gratificante y motivo de orgullo ser parte de los líderes mundiales sobre este tema dentro de la comunidad médica internacional.

- Por último, doctor, ¿hacia dónde cree usted que se encaminarán los estudios futuros sobre esta realidad?

Queda muchísimo por conocer aún. Hay que seguir investigando en las áreas actuales, pero deben incluirse muchas otras más, como estudios cognitivos, sueño, impacto social, impacto familiar, entre otros. Esta condición de intermitencia es algo nuevo para el ser humano. Hasta ahora, lo conocido estaba en la exposición aguda y crónica. Además, vivir en la altura afecta a más de 140 millones de personas en el mundo. Es importante señalar también que no todo es negativo. Existe una línea de investigación mundial sobre los efectos benéficos de la hipoxia, iniciado hace ya varios años en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y que arrojan resultados muy positivos y novedosos. Eso sí, con hipoxias relativamente más moderadas. El futuro resulta, sin duda, muy prometedor.

Por Carolina Faraldo Portus

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