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17 Octubre 2016

Dr. Eduardo Villouta Rivera:

“A mis 90 años disfruto plenamente ejercer la medicina”

El ginecólogo de la Clínica Policenter de Puente Alto nos entrega una profunda mirada a lo que ha sido su carrera y un mensaje a las nuevas generaciones.

Con una cálida sonrisa el doctor Villouta recibe a sus pacientes dentro de la consulta que tiene en la Clínica Policenter de Puente Alto. A sus 90 años, son muchas las historias que tiene para contar: trabajó en el Hospital de Chillán, en Traiguén y en Yumbél. Se declara un amante de la medicina y trabaja a diario con el objetivo de hacer bien su labor, con el propósito de generar un bien a las personas y reafirmar sus creencias.

El doctor Villouta es una persona espiritual, se preocupa por temas sociales y espera seguir ejerciendo la medicina hasta el último día de su vida. “Me levanto feliz cada mañana por poder dedicarme a lo que amo y generar un bien a mis pacientes”.

En conversación con SAVALnet, el especialista habló sobre su época como estudiante, su paso desde la ginecología y obstetricia hacia la medicina general, además de postular ciertos puntos que considera necesarios para poder mejorar el sistema de salud pública en Chile.

- ¿Por qué decidió estudiar medicina y dedicarse al área de la ginecología y obstetricia?

Eso tuvo que ver con mi madre, quien desde niño vio en mí condiciones y aptitudes intelectuales para poder estudiar esta profesión. Ella fue la que me motivó a través de su intuición y apoyo para que yo siguiera este camino. Respecto a por qué la ginecología, me decidí ya que en ella convergían la cirugía, pediatría, endocrinología y psiquiatría; tenía todo lo necesario para poder comprender cómo atender a una embarazada y su parto, fuere en condiciones normales o por medio de alguna intervención quirúrgica. Yo sentía que toda la medicina se resumía en la ginecología y la obstetricia, y eso me fascinaba.

- Sin embargo, hoy se dedica por completo a la medicina general…

Así es. Resulta que prohibieron atender cirugías y partos después de los 75 años, esta es una especie de ley no escrita y por ende me decidí a continuar a través de la medicina general, y poder hacer uso de todos mis conocimientos para poder seguir aportando. Hoy tengo 90 años y disfruto plenamente lo que hago.

- Tomando en cuenta todos sus años de carrera, ¿cómo considera ha evolucionado la relación médico-paciente?

Cuando mi generación egresó -en el año 50- todos salimos con la misma impronta, el mismo sello, las mismas características; queríamos ser médicos para personas que estaban sufriendo y que necesitaban ayuda, no solo en el aspecto de los remedios, sino en conceptos y equilibrio mental para poder enfrentar la vida- que para cada quien tiene un significado particular-. Y lo que hoy sucede con los médicos más jóvenes, es que por temas de diversas presiones, están forzados a atender a más de siete personas en una hora, lo que no les permite hacer una medicina humana, sino una de emergencia y muy intermitente. Hoy para poder hacer un diagnóstico piden como 40 exámenes, en cambio a nosotros nos enseñaron que debíamos hacer nuestros propios diagnósticos, y para precisarlos se pedían exámenes.

- Pasando a otro tema, usted tiene una veta social bastante desarrollada…

Cuando estaba en Chillán formé parte de un grupo de gente que tomó un curso para perfeccionar el cristianismo, se llamaban “cursillistas” y a través de ellos me tocó atender a una población muy pobre que se denominaba “La 20 de agosto” y para poder hacer el llamado a que la gente me contara sus necesidades médicas, los atraía con unos canastos grandes de pan y yo aprovechaba de hacer medicina. Por otra parte, en este establecimiento intento inculcar a mis compañeros un mensaje que dice así: “somos una familia que trabaja para el que sufre y si lo hacemos bien, el de arriba lo sabrá”. Luego les doy una especie de dobladita que inventé yo, que a diferencia de la que encontramos en las panaderías, al morderla se siente como una galleta, y ese ha sido el enganche, para que cada vez que muerdan una, se acuerden de mi mensaje.

- ¿Por qué es tan importante para usted el hacer el trabajo bien y con dedicación?

Porque si uno hace bien su trabajo, eso representa un camino hacia la santidad y la humildad. Si uno lo hace bien se gana un puesto en el más allá. Mucha gente se ríe porque dicen que soy el viejito del pan, no el doctor, pero al fin y al cabo logro que recuerden el mensaje.

- ¿Qué cosas urgen mejorar dentro del sistema de salud pública?

Según las estadísticas la medicina interna es la más solicitada por los pacientes, luego viene la cirugía y la obstetricia y ginecología. Y en ese sentido la medicina interna requiere de amplias mejoras. Debe haber más cursos de perfeccionamiento para poder ofrecer un tipo de atención más completa en la parte primaria y poder hacerse cargo del paciente que viene a consultar. Debemos estar a la altura de quien recurre a nosotros por ayuda, y poder brindársela de la mejor y más preparada manera.

- Finalmente, ¿qué destaca como aspecto muy satisfactorio durante su práctica médica?

No es un hecho puntual, sino la oportunidad de haber participado de tantos partos y haber formado parte del milagro de cooperar con traer tantos niños al mundo. He traído hijos de personas que yo mismo taje a este mundo, eso es maravilloso, ver toda una generación ligada a mi trabajo.

Por María Ignacia Meyerholz.

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